Hace pocos días conversaba con Valeria para saber cómo podía ayudar a Esteban, esposo de Claudina, de quien me comentaban a duras penas podían pagar las medicinas y que para ayudarse estaba vendiendo empanadas a escondidas. Yo tenía una propuesta pero estaba lejos de imaginar este fatal desenlace.
Claudina acaba de fallecer, agradezco de ser uno de los primeros en ser informados, y odio esta distancia que me separa de gente tan querida.
Recuerdo a Claudina como una hormiguita, siempre dispuesta a participar en la reuniones y responsabilidades encomendadas por la comunidad.
A veces nos encontrábamos en el muelle del mercado Sur y después con el tiempo en el de Caraguay. Yo esperando me lleven a Santay y ella, junto a su esposo y sus hijos entre los que recuerdo a María, llegando a Guayaquil con la canoa llena de pomas de plástico para llenarlas de agua potable, con algunas libritas de pescado fruto de la faena nocturna que al venderlo servirían para hacer algunas compritas.
Puntero querido, la vida sigue. Aunque la casa número 4 ha perdido su patrona, te deseo fortaleza y que sepas que no estas sólo, más de 200 personas en Santay te aman, algunos estamos fuera y te queremos igual. Yo quiero conversar contigo para darte una mano.
A sus hijos, por favor velar por Esteban.
Foto: Jan den Ouden
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