05 marzo 2010

Pobladores de la isla Santay decepcionados del trabajo de la Fundación Malecón 2000

Los pobladores de la isla Santay viven entre la decepción y la esperanza. La primera se alojó en ellos en 2005, cuando habían pasado los tres primeros años de la administración de la isla por parte de Fundación Malecón 2000.

En ese entonces, los isleños recuerdan que el presidente del organismo, Pedro Gómez Centurión, les dio un discurso lleno de promesas en el que les ofrecía turismo, empleo y la construcción de un muelle y senderos. Todo supuestamente para que les cambie la vida.

Y es que el turismo llegó poco a poco, pero las ganancias no fueron suficientes.

Los guías turísticos como Jacinto Domínguez,,de 61 años de edad , dejaron esta actividad porque la paga que recibían era de $0,15 mientras observaban cómo la fundación les cobraba a los turistas $7.

“El almuerzo o el refrigerio lo traía la fundación y hacían comer a la gente en el mismo bote; lo cual nos indignaba porque aquí preparábamos la comida para venderla y no nos permitían”, cuenta Domínguez, quien junto a otros 100 isleños se dedican a la pesca y a la venta de sus producto en el mercado Caraguay, desde donde salen los botes y canoas para llegar a Santay.

El ingreso a la isla, que está frente a Guayaquil y en jurisdicción del cantón Durán, es complicado. No existe un muelle. Solo hay lodo, agua, algas y piedras.

Las casas, que fueron donadas por Hogar de Cristo, se ubican a unos 40 metros; sin embargo los pobladores insisten en que antes la distancia era de unos 60 metros. La razón es que el nivel del agua sube con los inviernos y eso ocasiona la preocupación de sus habitantes por las posibles inundaciones que se pueden producir.

“Uno no sabe si en algún momento nos inundamos”, refiere Elsa Rodríguez, de 54 años, artesana y oriunda de Bahía de Caraquez. Sus hijos y sus nietos nacieron en Santay. Educarlos fue difícil pues recuerda que como no había ninguna escuela en la zona, todos los días debía ir en canoa con sus hijos hasta Guayaquil. Ahora existe una escuela llamada Jaime Roldós, construida a través del Dinse y que tiene una capacidad para 65 niños de 5 a 15 años.

Otra de las preocupaciones de los 233 personas de Santay es la falta de servicios básicos. No tienen agua potable. La única que poseen es salobre y proviene de un tanque externo. Cuando ésta escasea, la rutina se repite: navegar hasta Guayaquil para comprar un galón de agua por $0,15.

En cuanto a otros servicios, la energía eléctrica apenas les llega por horas y hasta faltan letrinas en algunas casas.

Frente a esos problemas, los habitantes de Santay ven de forma positiva el cambio de administrador de la isla, dispuesto mediante Decreto Ejecutivo del 20 de febrero pasado.

Los isleños se aferran a creer que el Ministerio de Ambiente sí les apoyará en la legalización de sus terrenos pues hasta ahora las viviendas no son propias. Los representantes de la Fundación siempre les dijeron que eran prestadas.

Lo más urgente, señala Benito Parrales, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales, son “nuestras casitas y el muelle”.

Este último, según la ministra Marcela Aguiñaga quien el martes último recorrió la isla, estará listo a finales de este año y costará $200.000.

En el tema de las casas, el ministro de Vivienda, Walter Solís, indicó que se construirían viviendas ecológicas en el humedal.

“Se harán casas altas, de dos pisos... Estamos viendo la posibilidad de que sean prefabricadas y que se las ensamble en la isla”, sostuvo. Información/Ministerio Coordinador de la Política


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