GLOBOS Y ROSAS ADORNARON VARIOS RINCONES DURANTE UN ACTO PROTAGONIZADO POR LOS ESCOLARES DE LA ISLA.
Fuente: El Telégrafo Redacción Guayaquil, Fotos: Karly Torres A.
El brillo de un metal, que destellaba con los rayos solares, fue la señal de que se acercaba un invitado especial a la Isla Santay. El fulgor provenía de una lancha que se acercaba a la zona protegida ubicada frente a Guayaquil.
Un pescador, que portaba un reloj en la muñeca, provocó ese efecto cuando remaba. Al otro extremo de la liviana nave iba una pequeña figura, de traje azul y blanco, con la postura erguida y de pie.
Los niños de la escuela Jaime Roldós Aguilera llegaron presurosos hasta el descanso del muelle.
Los alumnos hicieron dos columnas para recibir a su huésped. Miraban para todos lados y se preguntaban inquietos: “¿Dónde está Bolívar?”.
Entonces, a las 11:21, la proa tocó la orilla. El niño Erwin Zambrano, ataviado con traje militar del siglo XVIII, desembarcó.
Para que no se manche el pantalón blanco fue cargado por un joven hasta una de las rocas colocadas como camineras.
Erwin, de 5 años, encarnó ayer a Simón Bolívar, personaje que arribó a la isla el 28 de agosto de 1829.
Los habitantes se congregaron cerca del atracadero para apreciar el evento. Fueron, por segundo año consecutivo, a un reencuentro con su pasado.
“¡Viva Bolívar¡ ¡Viva Bolívar!” gritaba sonriente y con todas las fuerzas uno de los residentes.
Las madres, con niños en brazos, se esforzaron por sacar los celulares y tabletas para retratar al personaje.
Erwin, el centro de atención, levantó la mano derecha y empezó a saludar al numeroso público. Los santayenses le devolvieron el gesto con aplausos.
“Buenos días, ¡Bolívar ha llegado a Santay!”, fueron las palabras del niño que viajó 5 minutos por el Río Guayas, desde la nueva escuela hasta la construcción más antigua del lugar.
Esa frase resonó en el silencio que se hizo durante el acto solemne. Para los moradores de Santay fue una fiesta cívica.
Globos de todos los colores y rosas en los pasamanos adornaban las construcciones.
Los turistas que estaban de paso por el espacio recreacional se sumaron al acto. Intrigados por el tumulto de la gente retrasaron sus botes para ver qué era lo que ocurría. “¿Quién viene?”, se preguntaban.
Tras ver el traje y las patillas alargadas de Erwin dedujeron: “El Libertador”.
“No sabía que aquí había estado. Recién me entero”, expresó asombrada la quiteña Gladys Jara, quien tras recorrer la Ruta del Sol llegó por turismo a la Ecoaldea.
Los visitantes sacaron cámaras y se llevaron un recuerdo. Ese fue el objetivo, según los organizadores: replicar un conocimiento que aún no consta en muchos libros. Pero allí se lo dicen a los niños para que no olviden.
Ya con Bolívar en el balcón de la antigua escuela, la niña Adriana Achiote declamó: “Durante su estadía, y tal como lo demuestran sus cartas escritas desde allí, Bolívar, además de ocuparse de lo relativo a la liberación de la ciudad, tuvo tiempo para tomar decisiones políticas trascendentales para su futuro y el de la Gran Colombia”. (I)