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21 mayo 2019

Plantación de Manglar por el Día y Semana de la Biodiversidad en Santay

Por el Día y  la semana de la BIODIVERSIDAD los niños del Club Ecológico Santay ayudados por personal del MAE realizaron una pequeña muestra de reforestacion  cerca de su escuela.Invitación acogida por las docentes para incentivar a los más pequeños en el amor a su entorno.









01 septiembre 2016

Benito Parrales, el lagartero de la Isla Santay

Por Jéssica Zambrano

Benito Parrales sostiene sobre su hombro a un cocodrilo de 1,75 metros, unos centímetros más de lo que él mide. Simula haber logrado una hazaña, mantener a 12 cocodrilos quietos, seguro lo es. Entonces los venda y les amarra el hocico. Demuestra que no les tiene miedo porque crecieron con él. A pesar de eso, ya no juega de la misma manera porque “los animales han crecido”.

Su historia con estos reptiles empezó hace 10 años, cuando los 11 cocodrilos que habitan en la Isla Santay nacieron en el Parque Histórico. El personal de la Fundación Malecón 2000, que en ese entonces manejaba la Isla, construyó un hábitat para que sean parte de la escena turística del lugar.

Cuando llegaron a la Santay, Benito presentó su hoja de vida para cuidarlos. Uno de los requisitos, además de pasar por una estricta capacitación, era no enfrentar ninguna enfermedad: ¡aprobado! “Yo los crié y los sigo manteniendo”, dice Benito. Los guardabosques que ahora cohabitan la Santay, como parte del manejo que ahora tiene en la Isla el Ministerio de Ambiente, también los alimentan, pero no tienen el estilo de Benito.

Son las 7:00 del tercer día de la semana. En la calle El Oro, al sur de Guayaquil, hay una cola de vehículos peleándose por el espacio. Hacia el oeste, a 30 minutos en bicicleta sobre el puente que conduce a la Isla, se encuentra la comunidad. También está el muelle, desde donde sale para ir a pescar. Casi todos los días a la misma hora sube a la lancha que le construyó su hijo, con ella consigue el alimento fresco para su familia y los cocodrilos.

Todos en la Isla Santay saben bien quién es Benito Parrales, pues además de cuidar a los cocodrilos es guía turístico, aunque no habla inglés; también es presidente de una Asociación de Pescadores Artesanales que se conformó hace 4 años. A pesar de que lo llaman ‘el lagartero’, se ha ganado la admiración de todos. Nadie quiere tomar la posta de su trabajo con los cocodrilos y lo quieren de presidente gremial hasta que “no pueda caminar”.

Hoy viste un pantalón azul de casimir, una camisa con cuadros intercalados entre el rojo, el negro y el gris, una gorra y zapatos blancos relucientes. Antes de irse por 2 horas a pescar cuenta su travesía con los cocodrilos.


Los comuneros lo escuchan, una vez más, mientras se sacuden los bichos que se amontonan en la mañana. Benito dice que los cocodrilos necesitan mantenimiento y cuidado. Confiesa que es el único capaz de bajarse a la loza que es parte de su cautiverio para alimentarlos, no lo hace desde fuera como los guardabosques. “Me bajo, los ‘chifleo’, cuando estoy cerca hablando con otros me miran, a ver qué es lo que estoy hablando. Yo no sé si ellos me entiendan, pero ahí está”, dice Benito mientras sonríe y se acomodan las líneas de expresión de su cara, que guardan el color de la tierra mojada

 “¿Si tienen nombre? ¡Uy!... es que en eso todos nos equivocamos —ríe Benito—. Al principio, eran 2 hembras y 8 machos. Así lo había constatado el veterinario una vez que hizo la prueba cuando estaban recién nacidos”. Entonces, para Benito, respondían con el nombre de los compadres del programa Mi Recinto: Compadre Garañón, Dulio, Calavera, Calo, Modesto, Carechancho... Hasta que en el cambio de administración, de la Fundación Malecón 2000 al Ministerio del Ambiente, “nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado en todo. Los 11 cocodrilos eran hembras y dejaron de tener nombre”.

Desde mayo, además de enfrentar ‘un cambio de sexo’, los cocodrilos se trasladaron a un nuevo hábitat, que es 3 veces más grande que el primero. Esta, es una gran laguna dividida en 2 con un cerramiento perimetral con pivotes de madera plástica y malla triple galvanizada. A este espacio, llegó también un nuevo miembro, Tone, el único macho y el único que tiene nombre. El reptil de 3 meses viene de Esmeraldas, mide 1,70 m y Benito acusa a su lugar de origen de los problemas que tiene con él, pues a veces obedece y a veces no. Lo más frecuente es ver cómo Tone rechaza la comida porque de seguro “como viene de Esmeraldas ha de querer comer encocao o tapao”, dice Benito.

Por un lado están las hembras y a un costado, el único macho; su convivencia es todo un trajín. “Antes, cuando ocupaban el espacio pequeño, no se peleaban. Acá, se dan duro”, asegura el cuidador. Los biólogos atribuyen los conflictos a una etapa de estrés como consecuencia del traslado.

Benito Parraless es parte de las 56 familias que habitan la comuna de la Isla Santay desde su nacimiento, un 12 de marzo hace 68 años. En la isla están sus hijos y nietos. Vive con su esposa que es cocinera, un hijo y una iguana de 2 años a la que han apodado Panchita.

Sus abuelos, como muchas de las familias que viven en el lugar, llegaron a la Isla desde Santa Elena. Cuando nació, el lugar estaba habitado por 7 haciendas ganaderas de terratenientes, que posteriormente fueron expropiadas. Ellos fueron reconocidos como los primeros comuneros. Creció en una época de abundancia en la isla, que muchos aún recuerdan. La abundancia era tanta, que los lugareños ni siquiera se comían los cangrejos que en cada paseo se metían debajo de las casas. Benito estudió la escuela en la tierra de sus abuelos, pero solo llegó hasta tercer grado. Cuando su padre murió él aún estaba pequeño, tendría unos 13 años, entonces su abuelo lo hizo trabajar.

Como muchos de los habitantes de la isla, aprendió a hacer de todo, desde peón hasta machetero. Su vida en la pesca empezó a los 8 años y los 15 se dedicó al trabajo del banano, fue calificador de guineo y luego estibador en la Autoridad Portuaria en Puerto Nuevo. Después, vivió en Los Ríos. Sembró cacao. Fue futbolista y boxeador.

 En Los Ríos conoció a los exploradores que cazaban cocodrilos; los mataban por la piel. “Todo era plata, hasta el aceite”, dice Benito. Y aunque le pagaban para dar explicaciones sobre el paradero de los cocodrilos, jamás mató uno. Luego de esa experiencia fuera de la Santay, no ha vuelto a irse. En la actualidad, los cocodrilos de la especie Crocodylus acutus, que permanecen en Santay son uno de los principales atractivos turísticos de la isla, considerada un humedal donde habitan, además, diferentes especies de aves y mamíferos como los mapaches y tigrillos.

Según los especialistas, la presencia de los cocodrilos en Santay podría atraer más pájaros y será más fácil observarlos porque estos buscan hacer nidos en árboles cercanos a los reptiles para proteger a sus crías de depredadores. Benito asegura que los cocodrilos de la Isla Santay miden entre 1,70 metros y 2,50 m.

DEBE SABER Muchas personas suelen creer que estos son animales lentos, pero no es así. Aunque por lo general se mueven a un ritmo lento, suelen utilizarlo como ventaja en torno a su presa.

La mayor parte de su alimentación se compone de vertebrados, incluyendo peces.

Tienen un metabolismo lento. Eso significa que pueden pasar sin comer durante una semana.

Estos reptiles no pueden masticar. Por esta razón, cortan la presa, la sacuden y la despedazan. En ocasiones, la arrastran bajo el agua.

Los reptiles de la Isla Santay pertenecen a la especie Crocodylus acutus.

Los cocodrilos suelen consumir rocas. Esto les ayuda a equilibrar su sistema digestivo.

Fuente

20 agosto 2011

CLUB ECOLOGISTA DE SANTAY cumplió su primer aniversario

El Club Ecologista Santay fue creado el 18 de agosto del 2010, el objetivo principal de su creación es el de dar a los alumnos de la Escuela Jaime Roldós y  a los jóvenes de la isla un espacio de reflexion y de actividad sobre el cuidado del medioambiente y sobre la importancia de vivir en una lugar tan especial como lo es Santay.

La Isla Santay es un Humedal declarado en 2000 de Importancia Internacional, por la Convencion RAMSAR. Es también a partir de febrero del 2010 parte del Sistema Nacional de Areas Protegidas.

EL CES es una iniciativa 100% local, nació en su isla como interés de los niños y esta bajo la coordinación de la Directora de la Escuela, la maestra Ena Gomero.

Actividades realizadas

El año pasado fueron parte de la Campaña Internacional A Limpiar el Mundo que van a re-editar este año también y los proximos.

 


Entrega de uniforme 

 

Este año 2011 organizaron la SEMANA AMBIENTAL entre el 12 y 17 de junio, para esa ocasión realizaron varias actividades que pusieron en evidencia su preocupación por mantener el entorno natural de la isla y conocer más sobre la biodiversidad que los rodea.

Las maestras y los niños realizaron actividades de reutilización de materiales como botellas plásticas, papel para obtener objetos decorativoy juguetes.

Decoraciones confeccionadas con material reutilizado

Marionetas 

Tarjetas ecológicas

Kerly, Jenny y Anita maestras de la escuela
en la semana ambiental 2011
 Los Amigos de Santay aplaudimos esta iniciativa y pensamos que debe tener el apoyo de otras instancias educacionales y ambientales de la provincia y del Ecuador.

Larga Vida al CES y muchas lindas y productivas actividades por el bien de la naturaleza en Santay!! 


Sitio web del Club Ecologista Santay 

26 mayo 2010

Santay alberga un tesoro natural

Elena Paucar. Redactora Diario El Comercio,Guayaquil

En solo 10 segundos se oyen más de cinco sonidos distintos. Son los cantos de aves que se ocultan entre los viejos mangles que resguardan la isla Santay, anclada entre Guayaquil y Durán.

Un rincón de aves y animales
Boa constrictor de la familia boidae
Iguana de la clase Sauria
Mapache o Procyon cancrivorus
Lorito rojo, Aratinga erythrogenys.
Jilguero azafranado (carduelis)
Garceta grande tipo ardea alba
Halcón peregrino o Falco peregrinus
Tirano goliniveo tipo tyrannus
Martín pescador tipo megaceryle
Rana arborícola, eleuterodactylus

En el cielo, sobre el río Guayas, revolotean entre las casitas del pueblo. Atrás quedó el ruido de pescadores y cangrejeros que venden su producto en el muelle del mercado Caraguay, en el sur de la agitada Guayaquil. El viaje en bote apenas tomó cinco minutos. Y para descubrir la riqueza animal y vegetal de la isla solo basta con pisar la orilla.

Un manto lodoso cubre el sendero del mangle negro, típico de la zona. Las huellas de Benito Figueroa, un comunero de San Jacinto de Santay, marcan la ruta.

Las arrugas en su piel tostada guardan los secretos de la isla, declarada Área de Recreación por el Ministerio del Ambiente, el 20 de febrero pasado.

El camino está rodeado por mangles machos y hembras que miden hasta 15 metros. El comunero los diferencia por las espinas que cubren sus tallos.

Solo el bosque de manglar, de tipo blanco, rojo y jelí, ocupa el 23% de las 2 179 ha de la isla. Así lo dice un estudio del Comité Ecológico del Litoral (2002).

Pero no solo hay mangle. Del interior de la isla brotan árboles de palo prieto, guasmo, fernán sánchez, totora, palma real, guachapelí, guarumo... Ellos forman el bosque seco de Santay, que refugia 60 especies vegetales, distribuidas en 43 grupos.

Don Benito dice que en sus tallos y hojas se ocultan remedios ancestrales. Las ramas del bejuco de agua esconden un líquido que cura males estomacales. Y sus ancestros usaron la semilla de guasmo contra el sarampión.

A cada paso, el suelo del bosque parece moverse. Son cientos de diminutos cangrejos que se mimetizan con el fango. Los sayapas y los violinistas, que apenas miden cinco centímetros, salen de pequeños agujeros.

En medio del verdor, un torno de plumas negras busca alimento. El biólogo Javier Carchi, técnico del Ministerio del Ambiente, explica que el ave es una de las 107 especies que alberga la Santay, agrupadas en 40 familias.

Al observar con cuidado sobre las ramas de un gran árbol se pueden ubicar hasta cuatro tipos de pájaros. Don Benito conoce bien el repique del carpintero y el aleteo del hornero patipalo.

Muy temprano, antes del amanecer, ha visto jilgueros, pericos, garzas, patos reales, gavilanes, águilas tijeretas y colibríes que hacen de la isla su santuario.

Por su variedad, Santay se ubica en el puesto 1 041 de humedales de importancia internacional de la convención Ramsar. Según la ficha informativa, la isla acoge al menos 12 especies migratorias, 15 endémicas vulnerables y una amenazada.

Árboles, centinelas de la isla
Mangle rojo o rhizophora harrisonii
Mangle jelí o Conocarpus erectus
Mangle blanco o laguncularia
Palo prieto o Erythrina glauca
Porotillo erythrina smithiana
Compoño tipo pithecellobium
Guarumo o Cecropia obstusifolia
Beldaco o Pseudobombax millei
Guachapelí o Albizia guachapele
Pata de vaca o Bauhinia aculeata

Incluso, según la bióloga Olga Quevedo, del Ministerio del Ambiente, algunas de sus especies están en listas de peligro de extinción. El jilguero azafranado y el lorito cabeza roja, que llega a la isla entre junio y diciembre, son parte de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Los bosques de la Santay también dan cabida a 13 especies de mamíferos. Carchi indica que entre los ébanos habitan venados, mapaches, zarigueyas, comadrejas y cabezas de mate que se alimentan de peces y plantas. También hay murciélagos y osos hormigueros.

El reporte del Comité Ecológico indica que la presencia del murciélago pescador y del mapache cangrejero es el termómetro que mide el buen estado del ecosistema del humedal.

Los reptiles también son parte de esta cadena de biodiversidad. Hay 12 especies, entre ellas boas, equis, tortugas mordedoras e iguanas. A estas se suman dos especies de anfibios, uno de ellos el eleutherodactylus, un tipo de rana considerada rara.

Una de las especies introducida de forma controlada es la de los lagartos costeños. Al final del recorrido, don Benito visita la laguna cercada por árboles donde reposan 11 cocodrilos, algunos de un metro y medio de largo. Él los cuida a diario y los alimenta con peces de la zona y cangrejos.

El cocodrilo costeño. La especie típica del Litoral fue introducida de forma
controlada en la isla. Los comuneros la cuidan.
Fotos: Enrique Pesantes /EL COMERCIO

Fuente