30 abril 2014

La Santay es una isla marcada por los vaivenes históricos

EL ESPACIO NATURAL FUE ENTREGADO EN COMODATO A una ENTIDAD PRIVADA en 2001 

Los santayenses construyeron la mayoría de las casas, que luego fueron eliminadas y reemplazadas por viviendas prefabricadas de caña guadua, a cargo de la Fundación Malecón 2000. La zona, hoy declarada Área Protegida, fue usada en tiempos remotos por piratas que atacaron al Puerto Principal.


Cuando los turistas quieren conocer la historia de la isla Santay, los habitantes conducen a las personas hasta el santayense Julio Domínguez, de 65 años. Don Julio no olvida el pasado ganadero y agrícola que, hasta fines de la década del 70, tuvo la actual Área Protegida.

Él claramente recuerda detalles: eran 7 haciendas, algunas denominaciones (Matilde, Puntilla, San Francisco, Pradera...), nombres de los hacendados (entre ellos Jaime Nebot -papá del actual alcalde de Guayaquil-) y la desaparición repentina de los dueños y del ganado. Luego resume que el Banco Ecuatoriano de la Vivienda (1980) expropió la isla y fue entregada por el Gobierno Central (2001) a la Fundación Malecón 2000 para que la administre durante 80 años.

En ese tiempo desaparecieron las construcciones originales. “Los habitantes construyeron sus casas de madera buena (guayacán y guachapelí) con restos de material de la hacienda, pero la fundación municipal las tumbó y algunos guardias elaboraron carbón con las tablas. Las viviendas fueron reemplazadas por las de Hogar de Cristo (2004)”.

Actualmente, la edificación más antigua del lugar, según sus habitantes, tiene 15 años (hecha en 1999) y fue levantada por la comunidad. Es su primera escuela y casa comunal (hoy funciona como comedor provisional). Para los vecinos, la edificación que tomó 2 meses debe ser conservada y convertida en un museo comunitario. “Podríamos exponer lo que se hace acá: collares, aretes, cosas que se han encontrado (restos de lagartos), vasijas de barro...”

José Delgado, parte del colectivo Amigos de Santay y fundador del Comité Ecológico del Litoral (que años atrás se opuso que el Malecón 2000 desarrollara en la isla un proyecto inmobiliario y turístico), explica que es necesario crear para los santayenses un espacio para documentar y mostrar sus momentos históricos, que hacen que la comunidad se identifique y fortalezca.

“Ese espacio es la antigua escuela y casa comunal. Es un sitio significativo. Allí aprendieron las primeras letras niños y adultos, ha sido el centro de salud de turno, incluso, algunos se han casado. Todos quienes han visitado por placer o por aportar en algo a la Santay tienen al edificio como referente. La edificación simboliza el antes y después de la Santay como comunidad”.

Este medio trató de obtener la reacción del Ministerio del Ambiente (MAE) sobre el tema, pero hasta el cierre de la edición no hubo respuesta.

Hechos históricos 

Historiadores e investigadores coinciden en que la isla es un espacio donde ocurrieron acontecimientos importantes.

Melvin Hoyos, director de la Biblioteca Municipal de Guayaquil, recuerda que en el siglo XVII ese espacio fue usado por los piratas que atacaban a la ciudad puerto.

En cambio, Delgado señala que entre los siglos XIX y XX, la zona era para gente pudiente, prueba de eso eran las haciendas privadas.

Delgado también destaca la versión de que Simón Bolívar, en 1829, estuvo en la Santay reposando y recuperándose de una afección de bilis, según cartas intercambiadas y por la descripción de historiadores y biógrafos.

“Allí escribió el borrador del tratado que pondría fin a la presencia peruana en Guayaquil. El Libertador, viéndose debilitado, decidió informar su interés de renunciar a la política”.
No obstante, Hoyos descarta esta posibilidad y precisa que más bien estuvo en la isla Mocolí (Samborondón).

El historiador Ángel Emilio Hidalgo comenta que hay poca información sobre Santay y que es necesaria una investigación sobre la historia de dominio de la isla.

ANTECEDENTES

El espacio natural ha tenido varios nombres: Isla Fernando Rodríguez (1689), Isla del Primero(1777) y Santay (1792).

Un mapa de 1825 muestra que Santay habría sido formada por la unión de 3 diferentes masas sedimentarias.

En 1980, la Junta Nacional de la Vivienda expropió la isla para convertirla en un parque de diversiones.

En 1992 se anunció el remate de la isla, lo que causó protestas.

En septiembre de 2001, en el período de Gustavo Noboa cedió por 80 años el manejo de la Santay a la Fundación Malecón 2000.

En 2009, el Gobierno Central pide a la fundación que se devuelva la isla al Ministerio del Ambiente.

En 2010 es declarada por el Gobierno como zona protegida.
Fuente: El Telégrafo

08 abril 2014

EXITOSO CONVENIO DE APOYO A ESTUDIANTES SECUNDARIOS ENTRE PADRES DE FAMILIA, COOPERATIVA DE TURISMO Y AMIGOS DE SANTAY

Estudiantes secundarios de Santay en uno de los traslados hacia Guayaquil

Con el fin del año lectivo 2013-2014 culminó también el Convenio de apoyo establecido entre los padres de Familia de Santay, la Cooperativa "Las Palmeras de Santay" y la Asociación Amigos de Santay.

Mediante el mismo 16 estudiantes de secundaria pudieron viajar de manera segura  diariamente a Guayaquil y regresar a su isla.
Raquel Rodríguez de Amigos de Santay junto a algunos
de los estudiantes santayences en el Colegio Nacional
Cesar Borja Lavayen de Guayaquil.



La cooperativa Turística de Santay puso a disposición de los estudiantes su embarcación, los padres de familia recolectaron para pagar al piloto y Amigos de Santay financió el combustible de la embarcación.


Amigos de Santay quiere felicitar y agradecer a la Cooperativa de Turismo y a los Padres de Familia por su seriedad y compromiso para que este convenio de colaboración haya tenido una realización exitosa a pesar de algun demora en el envío del apoyo. Sin embargo, todos hemos cumplido nuestra palabra y los beneficiados han sido los jóvenes estudiantes de Santay quienes pudieron con seguridad cumplir sus horarios escolares.

Amigos de Santay aprovecha la ocasión para agradecer a sus miembros y colaboradores: Katherine, Maria Conchita, Evaristo, Tely, Maria José, Sandrita, Greys, Ivanno, Maurizio, Isabel y Martín, Carolina y Asoc. Sol de América, Katia, Gabriel, Natalie, Diego, José y Asoc. APIL.

01 abril 2014

La isla Santay

Por: Mónica Fernández-Aceytuno

Como a los marineros cuando estaban a doscientas leguas de las Indias, nos salieron a recibir los rabihorcados antes de atracar en la isla ecuatoriana de Santay.

Unos amables predicadores, ataviados con un niqui rojo, nos habían permitido acompañarles en el barco que zarpó del malecón de Guayaquil a las diez de la mañana para hacer primero una parada en otro punto del cauce del Guayas, donde cargar unas ventanas y varios tablones de madera para llevar a la isla, mientras desde otro bote descargaban los escombros de las obras en Santay, tal es el cuidado que están poniendo para hacer las viviendas de la pequeña comunidad que la habita y que hasta hace no mucho vivía en palafitos más rudimentarios.

El río Guayas, que aquí es ya un delta, llevaba el barro que la lluvia arrancó a la tierra los últimos días, por lo que bajaba, a toda velocidad, muy turbia y parda pero a la vez un poco rosada, delatando la salinidad del agua, y con esos lirios de agua flotando que parecen balsas verdes a la deriva con algunas flores malvas a bordo.

Tengo que reconocer que me emocioné cuando delante de nosotros aparecieron los rabihorcados, esas fragatas reales (Fregata magnificens) que salen en los documentales de las Galápagos, con sus esbeltas y oscuras alas que parecen tener codos, la hembra con el pecho blanco, y el macho muy rojo que, en época de reproducción, hincha como un globo. También había águilas pescadoras a las que trataban de piratear las fragatas la pesca delante de nuestros ojos.

Nada más desembarcar supe que estaba en un lugar privilegiado para la observación de la Naturaleza, donde aún no había llegado el turismo como a las Galápagos pero donde no me cabe duda que lo hará, por su cercanía a la ciudad, y por su riqueza natural: sólo en lo que a las aves se refiere, la isla Santay posee más de cien especies distintas en dos mil hectáreas de área, de las cuales más de la mitad es manglar, pero a su vez, con cinco especies distintas de mangles.

Todo riqueza y variedad, megabiodiversidad, por lo que siempre habrá que estar agradecidos a la comunidad de la isla Santay, de unos trescientos habitantes, quienes poseen tal profusión de niños que los tendales de las casas, de teca y de bambú, tienen, como si fueran banderitas de colores, su ropa al sol colgada, sobre el verdor de las palmeras y los bosques de cesalpinas entre cuyas ramas estaban construyendo su nido de barro, perfectamente tabicado para que los pollos tengan una habitación propia, los preciosos y anaranjados horneros.

También anaranjadas eran las libélulas que salieron al embarcadero a recibirnos a cientos con la Presidenta de la Comunidad Santay, Elsa, quien tan bien nos explicó todo lo que estaban haciendo en la isla para seguir viviendo allí con agua y con luz y con saneamiento, pero respetando a su vez la Naturaleza. Ojalá les vaya muy bien. Y siga siempre la isla tan hermosa como la he conocido, aunque me quedara con ganas de recorrer sus senderos impracticables por las obras y por las crecidas. Estaba lamentando mi mala suerte cuando apareció una mariposa azul grande como una mano y una especie de lorito de cresta gris cuyo nombre desconozco.

Sobre la teca de la pasarela, se posó un clarinero tan oscuro como un cuervo pero mucho más esbelto y de reflejos más azulados y los ojos de un verde claro, y sobre el agua del manglar había unos pollos de ibis blancos buscando con el pico crustáceos; tan abundantes en la isla, que también aquí tienen cangrejos violinistas; e insectos, tantos y tan variados como para colmar de felicidad a un entomólogo.

De haber sido posible, me hubiera quedado a pasar unos días en la isla antes de que terminen la conexión con la ciudad por un puente peatonal que está ya casi a punto de inaugurarse.
Aún estando permanentemente queriendo propagarse, se diría que a la Naturaleza no le gusta la comunicación, esa obsesión humana.

¿Qué es sino el mundo que una isla con la vida a la deriva?

Sólo hay una cosa que tengo clara, ahora que he regresado: quiero volver a la isla Santay, la más hermosa isla en el delta de un río que he pisado en mi vida.
Fuente:  Lugar de Vida