06 noviembre 2011
La Santay, una isla “hecha” a punta de Domínguez
-“Se golpeó señorita, se golpeó”, gritan los niños, alrededor de un pequeño que solloza acostado sobre el césped y que es trasladado en brazos hasta las escaleras de la escuela de madera.
Ena Gomero, directora y profesora de la institución, acude a su rescate. El golpe no es de cuidado y los pequeños se dispersan para seguir jugando.
“A ver, hagan aquí una fila todos los Domínguez”, ordena Ena, con una voz tan enérgica que hace que los niños interrumpan su recreo y obedezcan de inmediato.
Entre brincos y carcajadas se van formando en hilera: 1, 2, 3, 4... “Ahí los tiene: Domínguez-Domínguez, Cruz-Domínguez, Domínguez-Mateo, Jaime-Domínguez”, dice mientras recorre la fila de pequeños con la mirada. “¡Todos son Domínguez aquí!”, exclama.
La profesora Gomero trabaja en esta isla la misma cantidad de tiempo que de existencia tiene la escuela: 13 años. Según relata, de los 37 alumnos de primaria, al menos 30 tienen el “Domínguez” como primer o segundo apelativo.
Se trata de un apellido que identifica a los habitantes de Santay como tales y que está vinculado con sus raíces, sus orígenes, según narra Jacinto Domínguez, de 63 años, uno de los ancianos de la comunidad, cuyos ancestros fueron los primeros habitantes de estas tierras, hace más de 120 años.
El historiador Carlos Calderón Chico explica que existen pocos registros acerca de la forma en que se pobló la isla Santay. Sin embargo, la memoria histórica de los abuelos del lugar cuenta los hechos importantes de generación en generación. Jacinto Domínguez es el guardián de la tradición oral de esta isla.
“Mi tatarabuelo llegó de Bajada, de Chanduy. Él traía pescado salado y sal para vender acá. Venía por una o dos semanas, hasta que poco a poco se fue quedando de largo. Acá había haciendas y trabajo. Era fácil vivir...”, afirma.
Su padre llegó aquí a los 12 años y nunca más se fue. Le siguieron sus tíos, que formaron sus familias y continuaron extendiendo el Domínguez por toda la Santay. “La gente forma poblados por muchas razones. A veces llega a un sitio por comercio o por tener un lugar donde alojarse. Los habitantes de Santay se afincaron allí, pese a que las condiciones de la isla no eran las mejores”, indica Calderón.
Según las narraciones de su abuelo y su padre, Jacinto recuerda que la isla estaba conformada por varias haciendas: “Puntilla, Las Acacias, La Pradera Grande, La Pradera Chica, Florencia... Luego los dueños las hipotecaron, se quedaron sin ganado y el que quiso quedarse viviendo acá se quedó”.
Ciertas comunidades que se han formado en distintos rincones del país tienen antecedentes comunes, como es el caso de Santay, dice el sociólogo Rubén Aroca. “Algunas primero han sido caseríos u ocupaciones de tierra que han estado vinculadas con propiedades rurales, específicamente agrícolas. Frecuentemente quienes las habitan son grupos de personas que tienen cierto grado de parentesco, sus hogares tienen un apellido en común”, sostiene Aroca.
Claudina Domínguez es una anciana de mirada amable y arrugada, de sostenida aunque tímida sonrisa y un cuerpo delgado, que esta tarde viste una camiseta roja, estrecha aun para su flacura. “El Esteban se fue a volver, pero ya mismo regresa. Pase, pase...”, dice la mujer de 71 años con voz temblorosa, casi inaudible.
Adentro, en la cocina de su nueva casa dentro de la Ecoaldea, lava los platos que quedaron sucios luego del almuerzo. Los apila sobre una mesa plástica, lo que, junto a los cerros de ollas y pomas con agua sobre el suelo, da una sensación de desorden a la sala, que se ve amplia sin muebles.
Claudina esperaba a Esteban, su primo, pero también esposo desde hace más de 50 años, con quien procreó once hijos, de los cuales ocho viven todavía. Jacinto Domínguez agrega que, debido a que todos los habitantes que comparten este apellido provienen de una misma raíz genealógica, es común que primos y parientes lejanos se interrelacionen, formando nuevos núcleos familiares.
Calderón Chico afirma que las uniones entre familiares cercanos o lejanos, como los de la isla Santay, también se dan en otras comunidades. “Esta es una costumbre de pueblos con ancestralidad, que buscan afianzar los lazos familiares que les permitan perennizar su apellido”, explica el especialista.
Pero para la directora de la escuela de la isla, existe una explicación más simple: “La mayoría de los jóvenes no sale. Casi ninguno va al colegio. No tienen dónde conocer a otras personas y forman sus familias aquí mismo”.
Álvaro Cruz Domínguez fue su alumno y es la excepción. Es el único joven de la isla que logró graduarse de bachiller. Su ejemplo lo siguen dos adolescentes más, que acuden a clases a un colegio a distancia, únicamente los sábados, de la misma forma en la que Álvaro logró terminar la secundaria.
Cada dos semanas, la marea sube y lo remoja todo. Vuelve difícil movilizarse sin que el fango quiera tragarse las botas de los visitantes. Este día, sin embargo, el suelo se encuentra seco y cuarteado. El lodo de hace algunos días parece parte de sus leyendas, como la del “tintín silbador”, que la cuentan a cada extraño.
Un poco más hacia el centro de la isla, en medio del cacareo de las gallinas y el balido de los chivos, una joven mujer mece al último de sus cinco hijos. El pequeño Marco Antonio, de 2 meses, se arrulla al vaivén de una hamaca de redes. El viento, a su vez, mece las endebles estructuras de la casa.
Gina Domínguez, de 28 años, se unió a Félix Domínguez, su primo, hace 14. La vida para ellos transcurre en la tranquilidad del campo, entre la crianza de sus hijos y las labores de pesca de su marido. Ella, al igual que la mayoría de mujeres de la isla, inició la vida matrimonial muy joven y tiene varios hijos.
Para el sociólogo Aroca, este fenómeno se da en pueblos donde la tradición está muy arraigada. “Lo doméstico sigue siendo un espacio de administración femenina. Las chicas se casan a temprana edad porque a los 15 años la mujer comienza a tener expectativas de integración y estas están marcadas en el espacio doméstico, que se vuelve un lugar integrador. Dadas las condiciones de la isla, no hay otro”, expresa.
En el hogar de Gina, así como en el de Marielena Domínguez, de 24 años, abundan los símbolos religiosos: crucifijos sobre las camas, relojes del Sagrado Corazón de Jesús, afiches de la Virgen María en sus diferentes advocaciones, estatuas de Santa Narcisa de Jesús y uno que otro Hermano Gregorio que reposa en algún rincón de los veladores apolillados.
Esto sin contar que, en agosto de cada año, la comunidad de la isla se prepara con comida, música y festejos para recordar a San Jacinto y Santa Mercedes, los patronos de Santay. “Debajo de algunas casas, los pobladores hacen pequeños altares. En la noche comienzan los rezos y luego el baile, la comelona y los juegos tradicionales: el huevo con la cuchara, el palo ensebado y otros. Las familias que organizan deben darle de comer a toda la comunidad, por eso lo hacen solo las que tienen bastantes animales”, cuenta Ena Gomero.
Pese a los recurrentes símbolos católicos en los hogares de Santay, varios de ellos profesan la religión evangélica desde hace aproximadamente cinco años, como Marielena, quien se casó en una boda grupal, organizada por una misión protestante que visita la isla cada semana.
Sentada en el borde de su cama, con sus hijos Wendy, Leonardo y Flor María, Marielena saca de un cajón que se abre con dificultad las fotos de su boda, entre otras más. En unas se ve una fiesta al aire libre en la que viste un sencillo traje blanco, y en otras luce visiblemente más joven, casi niña, sentada en las piernas de su esposo. “Esta es de cuando recién me uní a él, hace unos diez años... ya ni me acuerdo”, manifiesta.
La Iglesia católica contempla normas entre las cuales está el impedimento de que familiares contraigan nupcias entre ellos, dice el párroco de la iglesia San Antonio María Claret, de Urdesa. No obstante, esto se anula cuando se trata de parientes lejanos.
“En principio, a partir de primos o familiares más cercanos existe un impedimento que puede dispensarse para parientes lejanos o en mayor grado. Por lo tanto, no es contradictorio que esta gente exprese su fe”, indica el sacerdote.
Pero a ojos de la directora Gomero, más que conflictos éticos estas uniones han traído también problemas de salud.
“Hay una familia en la que existe un niño con síndrome de Down y epilepsia. Y como profesora me doy cuenta de que a sus hermanas les cuesta captar, tienen deficiencias de aprendizaje. Creo que podría ser porque sus padres son primos hermanos”, comenta.
La familia a la que Ena se refiere es apellido Achiote, otro de los comunes en Santay, donde se repite la historia. Jackeline, la secretaria de la población, vive con Carlos Achiote, hijo de su tío Lorenzo, de 78 años, el hombre más anciano de la isla. Lorenzo padece de parálisis parcial y pasa sus días entre la hamaca y la cama, moviéndose con dificultad entre uno y otro lugar.
Los registros de Jackeline reposan escritos con pluma azul en un viejo cuaderno de contabilidad y dicen que de las 56 familias de la isla Santay (240 personas) aproximadamente 30 son apellido Domínguez, otras 20 son Achiote. Las demás familias se distribuyen entre los Cruz, los Parrales y los Salavarría.
Aroca concluye que -de acuerdo con los antiguos teóricos de la comunicación- las comunidades cambian, evolucionan y se modernizan frente al tipo de medio que se utiliza con una mayor frecuencia.
“En el caso de Santay, su medio es la memoria, la tradición oral y el habla. Entonces se trata de comunidades que cambian más lentamente”. Y en efecto, sus moradores viven, como suspendidos en el tiempo, marcados por esa sencillez rural de tribu extendida; más allá de la religión, la educación o los medios modernos.
Fuente: El Telégrafo
28 octubre 2011
Asamblea Anual de Los Amigos de la Isla Santay
La Asociación Amigos de la Isla Santay, celebró el 2 de Octubre su Asamblea Anual 2011-2012 en la ciudad suiza de Bienne (Biel). Katherine Ramírez y su esposo Maurizio fueron los gentiles anfitriones de esta reunión que juntó a 14 miembros y simpatizantes de la asociación. Una numerosa delegación viajó desde Ginebra, así mismo participantes que llegaron desde España e Italia.
La reunión permitió pasar revista a las actividades realizadas y reforzar nuestros compromisos presentes y futuros para con la población de la Isla Santay
El orden del día incluyó la lectura del informe de labores y el informe económico por parte de la directiva saliente 2010-2011. Se discutió y aprobó la propuesta de revisión de los Estatutos y se eligió la nueva directiva que por decisión de los miembros de la Asamblea fue re-electa por un año más.
El Comité Directivo 2011-2012 quedó establecido de la siguiente manera: Tesorera Sra Maria Conchita Gutierrez de Alvarado, Secretaria Lcda. Katherine Ramirez y Presidente Ing. José Delgado Mendoza.
Un soleado domingo fue el marco para disfrutar de un delicioso almuerzo ecuatoriano brindado gentilmente por nuestros anfitriones de Bienne, a quienes agradecemos mucho tanta atención de su parte. Aquí algunas escenas que quedan como recuerdo de este magnifico día.
La reunión permitió pasar revista a las actividades realizadas y reforzar nuestros compromisos presentes y futuros para con la población de la Isla Santay
El orden del día incluyó la lectura del informe de labores y el informe económico por parte de la directiva saliente 2010-2011. Se discutió y aprobó la propuesta de revisión de los Estatutos y se eligió la nueva directiva que por decisión de los miembros de la Asamblea fue re-electa por un año más.
El Comité Directivo 2011-2012 quedó establecido de la siguiente manera: Tesorera Sra Maria Conchita Gutierrez de Alvarado, Secretaria Lcda. Katherine Ramirez y Presidente Ing. José Delgado Mendoza.
Un soleado domingo fue el marco para disfrutar de un delicioso almuerzo ecuatoriano brindado gentilmente por nuestros anfitriones de Bienne, a quienes agradecemos mucho tanta atención de su parte. Aquí algunas escenas que quedan como recuerdo de este magnifico día.
17 octubre 2011
Contradicciones en construcción de puentes peatonales
El mandatario afirmó en ese entonces que la obra estaría lista a finales del 2012.
No obstante, Gálvez expresó, el martes pasado, en una entrevista a este medio que “la creación de puentes peatonales para unir Guayaquil-Santay eso quedó desechado como idea, ahora se está hablando de motivar el transporte fluvial para darle un valor agregado al traslado a Santay, que es poder cruzar el río”, indicó.
El coordinador del Miduvi, Cristóbal Cruz, rechazó esta versión y expresó que los estudios están por terminar y que se prevé que a finales de diciembre el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) conozca el costo de los puentes y se les entregue la asignación correspondiente para empezar con la obra en Santay.
“... Los puentes por ahora siguen el curso normal, terminamos los estudios y solicitaremos los recursos para el proceso de construcción, eso es un hecho, lo que estamos esperando ahorita es los rediseños que se modifican en Santay”.
Asimismo, Cruz insistió que en la última reunión que mantuvieron con el mandatario, hace tres semanas, se ampliaron los procesos que hará el Miduvi en la isla, en la que anunció se prevé construir senderos en toda la periferia, un paseo ciclístico y muelles para salir hacia el golfo.
“De pronto no sé si asistió (Gálvez) a la reunión pero los procesos no se han paralizado, siguen su curso normal”.
No obstante, Gálvez indicó que están tratando de rescatar el uso del río Guayas.
El puente que unirá a Guayaquil con Santay tendrá una extensión de 850 metros mientras que el de Durán de 756. Los estudios del segundo avanzan en un 70% y los del primero se los está rediseñando.
16 octubre 2011
El Patrimonio de la Isla Santay
En el sitio web del Ministerio de Cultura del Ecuador, en cuanto al Patrimonio expresa:
El Patrimonio esta conformado tanto por los objetos materiales (monumentos, edificaciones, sitios arqueológicos,etc) como por la memoria que estos objetos guardan. Por tanto, existe tambien un patrimonio vivo e inmaterial. La memoria social son las interpretaciones, re significaciones y representaciones, que hacen las personas, colectivos, pueblos y nacionalidades de su vida presente y futura a partir de su experiencia histórica.
Con la gestión de la declaratoria por parte del Comité Ecológico del litoral como Humedal del Ecuador y sitio RAMSAR, la escuela adquiere más importancia pues se convierte en el lugar de encuentro, el lugar que acoge visitas.
El Patrimonio esta conformado tanto por los objetos materiales (monumentos, edificaciones, sitios arqueológicos,etc) como por la memoria que estos objetos guardan. Por tanto, existe tambien un patrimonio vivo e inmaterial. La memoria social son las interpretaciones, re significaciones y representaciones, que hacen las personas, colectivos, pueblos y nacionalidades de su vida presente y futura a partir de su experiencia histórica.
1999, construcción de su escuela y centro comunitario |
En 1998 se desarrolla junto a la población de la Isla Santay el
proyecto educativo más importante que han tenido, que consistía en la creación
de la primera escuela en la isla, así como la construcción del edificio
que daría cabida a una gran salón de clases, un dormitorio para los
maestros, una cocina, una biblioteca y una sala de atención médica. Este
edificio, inaugurado en 2000 ha sido el orgullo de la población. Ellos
participaron en su construcción, ellos lo han mantenido. A más de su uso
escolar allí se han desarrollado eventos culturales, cursos de
capacitación, talleres e incluso matrimonios. Con el pasar del tiempo el
techo y algunos elementos estructurales debieron ser cambiados. Amigos
de Santay no escatimó esfuerzos para que eso se logre, dando así
continuidad y seguridad al proceso educativo y a los niños. La población
fue siempre la mano de obra idónea. También la escuela sirvió para la
alfabetización de los adultos.
Final de 1999, escuela terminada |
Invitados a la inauguración enero 2000 |
La escuela es entonces un símbolo del trabajo comunitario y el lugar común de los habitantes de la isla, un Centro Comunitario en toda la extension d ela palabra.
Con la gestión de la declaratoria por parte del Comité Ecológico del litoral como Humedal del Ecuador y sitio RAMSAR, la escuela adquiere más importancia pues se convierte en el lugar de encuentro, el lugar que acoge visitas.
En 2004 en un intento por mejorar la "calidad de vida" y la parte paisajista del sector ocupado por la población, la fundación Malecón 2000 y el Banco Ecuatoriano de la Vivienda deciden entregar 47 casas (Hogar de Cristo) a los pobladores. En cuanto a las casas originarias de la población, humildes pero patrimoniales, fueron desmontadas y sus materiales incinerados. Todo esto sin que medie una documentación que guarde testimonio de dichas viviendas y su historia.
Gracias a la preocupación de Amigos de Santay y la pertinente acción de la Direccion Nacional de Servicios Escolares, se solicitó la construcción de una nueva escuela en la Isla. Petición que fue rapidamente acogida y desde inicios del 2010 Santay y población tiene un local escolar moderno y funcional.
Pero que pasará con el local de la antigua escuela y Centro Comunitario? Si lo encuadramos en la descripción del Ministerio de Cultura bien se trata de un "Patrimono" pues es un edificio que guarda una memoria colectiva.
La comunidad de Santay conoce el interés legítimo que tenemos de conservarlo, es por eso que ante la inminente posibilidad de que el edificio sea tirado abajo, como ya lo habíamos prevenido en una anterior entrega, es que se han opuesto rotundamente a su desaparición.
Al momento la población ha decidido convertirlo en comedor temporal, en todo caso son ellos los pobladores quienes tienen la ultima palabra y yo se que están ligados a ese lugar.
El Museo Comunitario será un recurso formidable para mostrar su historia. No olvidemos que antes de Ud. de mi, del gobierno, de Ramsar o del area protegida, la población ya estaba presente en Santay y nada ni nadie puede ir contra esto. Que haya sido peones de las haciendas como algunos de los adultos o descendientes de aquellos como lo son la gran mayoría actual, o si llegaron después, o se unieron con algún poblador para crear una familia todo eso es parte de una historia propia que debe contarse a cada visitante, antes incluso de que el turista quiera saber cuantas aves o cuantos árboles habitan este paraíso llamado Santay.
El Museo Comunitario será un recurso formidable para mostrar su historia. No olvidemos que antes de Ud. de mi, del gobierno, de Ramsar o del area protegida, la población ya estaba presente en Santay y nada ni nadie puede ir contra esto. Que haya sido peones de las haciendas como algunos de los adultos o descendientes de aquellos como lo son la gran mayoría actual, o si llegaron después, o se unieron con algún poblador para crear una familia todo eso es parte de una historia propia que debe contarse a cada visitante, antes incluso de que el turista quiera saber cuantas aves o cuantos árboles habitan este paraíso llamado Santay.
La propuesta la conoce el MAE, ahora es un llamado al Ministerio de Cultura, al Instituto Nacional del Patrimonio Cultural , al ministerio Coordinador del Patrimonio, al Municipio de Durán, a los gestores culturales, es decir a todos quienes podrían apoyar esta propuesta ligada a la cultura y la identidad de una comunidad.
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07 octubre 2011
63 días de retraso en la entrega de casas a la población
Pese a que el 12 de agosto en un acto en el que participó el Presidente Rafael Correa y otras autoridades se entregaron las llaves de las 56 casas "completamente terminadas"donadas por el gobierno nacional a igual número de familias que conforman la población de la isla Santay, hasta el día de ayer 7 de octubre, solamente 7 familias habían recibido la autorización de ocuparlas.
Al parecer problemas de distribución de agua potable y de instalación de los paneles solares para el alumbrado en cada vivienda han ocasionado que hayan transcurrido 63 días sin que los pobladores puedan instalarse.
Esta demora de mas de dos meses ha sido asumida de manera pasible por la mayoría de población. Sin embargo no faltan comentarios de quienes piensan que las casas no debieron entregarse sin que hayan sido debidamente terminadas, esto es con agua circulando y energía instalada, lo que fue el caso. Nos preguntamos si el gobierno nacional a través del MIDUVI hizo las comprobaciones del caso antes de la gran ceremonia de entrega del 12 de agosto y las notas periodísticas con titulares en las que se anunciaba que "La población de Santay ya disfruta de sus viviendas".
Los paneles solares una vez trabajando serán capaces de dotar de al menos 3 horas de energia por dia, para el alumbrado interior de las viviendas (8 focos), el uso de una TV de hasta 14 pulgadas y una radio. Pero no olvidemos que estando en la zona tropical la población requiere de una refrigeradora, que demanda una buena cantidad de energía, tema que aún no se ha resuelto.
Veremos con el tiempo, cuando todos estén en sus nuevas casas, como los servicios básicos instalados corresponden a los criterios y objetivos con que fueron proyectados.
29 septiembre 2011
Álvaro es el emblema académico de la Santay
Ayuda de la comunidad y horas de remo en el río requirió Álvaro Cruz Domínguez para ser el primer bachiller de la isla.
Diana Romero diana.romero@telegrafo.com.ec, fotos Pilar Vera
Ninguno de los habitantes de la Santay había usado un birrete. El pasado viernes, Álvaro Cruz Domínguez, de 19 años de edad, de aproximadamente 1,50 m de estatura y mirada tímida, se convirtió en el primer bachiller en la historia del lugar, una isla ubicada a 800 metros de Guayaquil.
“Pido un sonoro aplauso para Álvaro”, dijo Norma de Bayas, rectora del Colegio Particular a Distancia Libertador Bolívar, institución a la que el joven acudió a clases cada fin de semana y donde concluyó sus estudios secundarios.
En la ceremonia de incorporación que se realizó en el Auditorio de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guayaquil, a la que asistieron sus amigos y familiares, Álvaro no solo recibió aplausos, sino besos, abrazos y halagos que él correspondió con un sonriente “gracias”, apenas pronunciado entre dientes.
Su hermana Margarita registró en video todo el acontecimiento, ajustó el zoom, tomó fotos y entre risas se las mostró a su tía, una tras otra, en el celular. Mientras tanto, su madre Jacinta Domínguez escuchó atenta las palabras de la rectora, que colocó a Álvaro como ejemplo de valentía y esfuerzo ante sus compañeros.
“Este joven acudió a clases sorteando todas las dificultades del clima, remando una hora de ida, otra de regreso y nunca faltó ni una sola vez al colegio”, dijo como parte de un emocionado discurso, lleno de mensajes de motivación para los 18 neo-bachilleres de la cuadragésima novena promoción de ese centro de estudios.
Ena Gomero es la directora y profesora de la Escuela Jaime Roldós Aguilera, la única en toda la Isla Santay, que funciona desde 1999.
“La educación para ellos es muy difícil y es vista casi como un imposible”, explica esta maestra que tiene 12 años trabajando en el lugar, una mujer que apoyó de forma académica, logística y económica la educación de Álvaro.
“Todos los días, al igual que las personas que llegan y salen de Santay, debo utilizar una canoa. Para mi suerte, ahora existen las lanchas a motor”, relata.
Según él, las ocupaciones de las madres de la isla les impide estar pendientes del desarrollo académico de sus hijos.
“Las mujeres se dedican a los quehaceres domésticos o la crianza de animales. Muchas salen a Guayaquil a trabajar como cocineras, lavanderas o niñeras. No pueden supervisar las tareas escolares de los niños, que las hacen como pueden porque no tienen la guía suficiente”, explica.
Gomero añade que el nivel económico de los isleños tampoco ayuda a quienes concluyen los estudios primarios y quieren continuar el colegio. “Varias maestras y yo estuvimos allí, apoyando a Álvaro, prestándole la computadora, haciendo los deberes con él para que no abandone los estudios”, revela.
El líder de la comunidad, Tomás Domínguez, coincide con la maestra en que la falta de recursos perjudica a los más jóvenes del lugar y sostiene que de los 240 habitantes de la Santay, solo 58 asisten a la escuela y apenas 3 se encuentran cursando los estudios secundarios en Guayaquil: Elizabeth y María Fernanda Domínguez, en el mismo colegio de Álvaro; y Steven Domínguez, en una institución presencial.
Para asistir a clases debe cruzar el río todos los días. “Muchos padres sienten desconfianza de enviarlos, porque escuchan historias sobre la inseguridad, piensan que es peligroso por la delincuencia, y está el riesgo del traslado en canoa”.
La casa de Jenny Cruz queda en el interior de la isla, a la que se llega luego de una caminata de 20 minutos a lo largo de un sendero de fango húmedo y pegajoso, que vuelve pesado cada siguiente paso. Sin embargo, Álvaro -al igual que los demás habitantes de Santay- se desliza con destreza y sin temor, sumergiendo sus pies descalzos en el lodo resbaloso.
Jenny, de 21 años, es prima de María Fernanda. Hasta el año pasado también estudiaba a distancia, iba a clases cada sábado, al igual que sus amigos. Pero su embarazo interrumpió momentáneamente sus estudios.
“Pienso retomarlos el año siguiente, hasta manejar mejor la maternidad”, adelanta, mientas sostiene en sus brazos a la pequeña Ashley, de 2 meses.
El líder recuerda que en 2009 un grupo de isleños acudió hasta la Dirección de Estudios, en Guayaquil, para solicitar a las autoridades la construcción de un colegio en Santay. Sin embargo, la solicitud fue rechazada, pues -según dice- argumentaron que se trataba de una población estudiantil muy reducida.
“En total, hay 15 jóvenes que han concluido la primaria y que se encuentran en edad de cursar los estudios secundarios”, detalla.
Como la mayoría de hombres de la isla, Álvaro también es pescador. Por ello, en compañía de un amigo, sale a sus faenas “hacia abajo” dos veces por semana, en un horario que queda a voluntad de la marea: en la madrugada o muy temprano en la mañaña.
“Primero pescamos las anguilas que nos sirven de carnada para el bagre, que luego vendemos en el Mercado Caraguay. Cuando salimos pasamos 24 horas en el agua”, expresa, al tiempo que camina por la orilla del río Guayas, que baña los alrededores de la isla donde nació y creció, al igual que sus padres y sus 5 hermanos.
Los días de Álvaro transcurren en la tranquilidad de la Isla, con el canto de los pájaros como sonido de fondo, con el viento arañando las hojas de los árboles en las horas frescas o con la humedad propia de las mañanas y los días de intenso sol.
Hace varios meses también aprobó el preuniversitario de la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias Naturales en la Universidad de Guayaquil. “Pienso que se me hará fácil. Vivo en una isla, hay especies que se pueden estudiar y me gusta la naturaleza”, señala con vergüenza, mientras se hunde en su gorra blanca.
Recuerda que durante el curso propedéutico, Gomero lo ayudó con el alojamiento, pues ir y volver de la isla diariamente es complicado.
Hace poco, una llamada de una compañera le informó que las clases inician el 10 de octubre, pero este bachiller aún no sabe si será universitario.
Fuente: El Telégrafo
Diana Romero diana.romero@telegrafo.com.ec, fotos Pilar Vera
Ninguno de los habitantes de la Santay había usado un birrete. El pasado viernes, Álvaro Cruz Domínguez, de 19 años de edad, de aproximadamente 1,50 m de estatura y mirada tímida, se convirtió en el primer bachiller en la historia del lugar, una isla ubicada a 800 metros de Guayaquil.
“Pido un sonoro aplauso para Álvaro”, dijo Norma de Bayas, rectora del Colegio Particular a Distancia Libertador Bolívar, institución a la que el joven acudió a clases cada fin de semana y donde concluyó sus estudios secundarios.
En la ceremonia de incorporación que se realizó en el Auditorio de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guayaquil, a la que asistieron sus amigos y familiares, Álvaro no solo recibió aplausos, sino besos, abrazos y halagos que él correspondió con un sonriente “gracias”, apenas pronunciado entre dientes.
Su hermana Margarita registró en video todo el acontecimiento, ajustó el zoom, tomó fotos y entre risas se las mostró a su tía, una tras otra, en el celular. Mientras tanto, su madre Jacinta Domínguez escuchó atenta las palabras de la rectora, que colocó a Álvaro como ejemplo de valentía y esfuerzo ante sus compañeros.
“Este joven acudió a clases sorteando todas las dificultades del clima, remando una hora de ida, otra de regreso y nunca faltó ni una sola vez al colegio”, dijo como parte de un emocionado discurso, lleno de mensajes de motivación para los 18 neo-bachilleres de la cuadragésima novena promoción de ese centro de estudios.
Ena Gomero es la directora y profesora de la Escuela Jaime Roldós Aguilera, la única en toda la Isla Santay, que funciona desde 1999.
“La educación para ellos es muy difícil y es vista casi como un imposible”, explica esta maestra que tiene 12 años trabajando en el lugar, una mujer que apoyó de forma académica, logística y económica la educación de Álvaro.
“Todos los días, al igual que las personas que llegan y salen de Santay, debo utilizar una canoa. Para mi suerte, ahora existen las lanchas a motor”, relata.
Según él, las ocupaciones de las madres de la isla les impide estar pendientes del desarrollo académico de sus hijos.
“Las mujeres se dedican a los quehaceres domésticos o la crianza de animales. Muchas salen a Guayaquil a trabajar como cocineras, lavanderas o niñeras. No pueden supervisar las tareas escolares de los niños, que las hacen como pueden porque no tienen la guía suficiente”, explica.
Gomero añade que el nivel económico de los isleños tampoco ayuda a quienes concluyen los estudios primarios y quieren continuar el colegio. “Varias maestras y yo estuvimos allí, apoyando a Álvaro, prestándole la computadora, haciendo los deberes con él para que no abandone los estudios”, revela.
El líder de la comunidad, Tomás Domínguez, coincide con la maestra en que la falta de recursos perjudica a los más jóvenes del lugar y sostiene que de los 240 habitantes de la Santay, solo 58 asisten a la escuela y apenas 3 se encuentran cursando los estudios secundarios en Guayaquil: Elizabeth y María Fernanda Domínguez, en el mismo colegio de Álvaro; y Steven Domínguez, en una institución presencial.
Para asistir a clases debe cruzar el río todos los días. “Muchos padres sienten desconfianza de enviarlos, porque escuchan historias sobre la inseguridad, piensan que es peligroso por la delincuencia, y está el riesgo del traslado en canoa”.
La casa de Jenny Cruz queda en el interior de la isla, a la que se llega luego de una caminata de 20 minutos a lo largo de un sendero de fango húmedo y pegajoso, que vuelve pesado cada siguiente paso. Sin embargo, Álvaro -al igual que los demás habitantes de Santay- se desliza con destreza y sin temor, sumergiendo sus pies descalzos en el lodo resbaloso.
Jenny, de 21 años, es prima de María Fernanda. Hasta el año pasado también estudiaba a distancia, iba a clases cada sábado, al igual que sus amigos. Pero su embarazo interrumpió momentáneamente sus estudios.
“Pienso retomarlos el año siguiente, hasta manejar mejor la maternidad”, adelanta, mientas sostiene en sus brazos a la pequeña Ashley, de 2 meses.
El líder recuerda que en 2009 un grupo de isleños acudió hasta la Dirección de Estudios, en Guayaquil, para solicitar a las autoridades la construcción de un colegio en Santay. Sin embargo, la solicitud fue rechazada, pues -según dice- argumentaron que se trataba de una población estudiantil muy reducida.
“En total, hay 15 jóvenes que han concluido la primaria y que se encuentran en edad de cursar los estudios secundarios”, detalla.
Como la mayoría de hombres de la isla, Álvaro también es pescador. Por ello, en compañía de un amigo, sale a sus faenas “hacia abajo” dos veces por semana, en un horario que queda a voluntad de la marea: en la madrugada o muy temprano en la mañaña.
“Primero pescamos las anguilas que nos sirven de carnada para el bagre, que luego vendemos en el Mercado Caraguay. Cuando salimos pasamos 24 horas en el agua”, expresa, al tiempo que camina por la orilla del río Guayas, que baña los alrededores de la isla donde nació y creció, al igual que sus padres y sus 5 hermanos.
Los días de Álvaro transcurren en la tranquilidad de la Isla, con el canto de los pájaros como sonido de fondo, con el viento arañando las hojas de los árboles en las horas frescas o con la humedad propia de las mañanas y los días de intenso sol.
Hace varios meses también aprobó el preuniversitario de la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias Naturales en la Universidad de Guayaquil. “Pienso que se me hará fácil. Vivo en una isla, hay especies que se pueden estudiar y me gusta la naturaleza”, señala con vergüenza, mientras se hunde en su gorra blanca.
Recuerda que durante el curso propedéutico, Gomero lo ayudó con el alojamiento, pues ir y volver de la isla diariamente es complicado.
Hace poco, una llamada de una compañera le informó que las clases inician el 10 de octubre, pero este bachiller aún no sabe si será universitario.
Fuente: El Telégrafo
18 septiembre 2011
04 septiembre 2011
Al otro lado del río
En la Isla Santay, frente a
Guayaquil, el pasado es una fotografía donde los más viejos ríen, el presente ha sido pobreza e incertidumbre, pero el futuro esta vez sí, parece promisorio. |
Por Marcela Noriega
Fotos: Amaury Martínez y Rafael Méndez Meneses
Cuando todo está oscuro y la Santay es un tibio silencio, el Tintín –un enanito cabezón que en las fábulas montubias siempre deja embarazadas a melenudas y cejonas- suele lanzar silbidos ululantes. Dicen que cuando le gusta una mujer es capaz de dormir a todos los que están alrededor de ella de un solo chiflido. Pero no solo el Tintín ronda en las noches, también están la Tintina –sobra decir quién es- y el Duende, ese que hizo huir a una chica de la isla, porque “la perseguía a todas partes”. Benito está sentado en un viejo tronco y cuenta historias de nomos encantados como si fueran viejas noticias. El sol está por caer. La superficie del río se agita, y él ha amarrado con fuerza su canoa a motor. Pronto subirá a su casa para dormir. En Santay las personas viven en lo alto, como los pájaros en los árboles.
Benito Parrales nació hace 65 años en esta isla rodeada de manglares, humedales de agua dulce y salada, sabanas y pastizales. Su madre murió cuando él era un bebé de tres meses. Lo crió Primitiva Lindao, la mejor de las parteras. El cholo ríe con fuerza y tiene mirada juguetona. Con su camisa estampada y abierta, su pantalón de tela, su machete en el cinto, su reloj bañado en oro y su facha de ganador, no es cualquier pescador. De hecho, a los 65 años, este hombre nacido en Santay es guía turístico, presidente de la asociación de pescadores y tiene un oficio que a cualquier venado espantaría: cuidador de cocodrilos. Sí. Cuida los once cocodrilos que viven en Santay en calidad de atracción turística – hoy por hoy casi la única, si es que a uno no le interesa conocer los cinco tipos de manglar que tiene la isla.
El padre de Benito había llegado desde Santa Elena atraído por el trabajo. Era peón en la hacienda de los “Guzmanes”, uno de los siete feudos ganaderos que existían en lo que todos aquí recuerdan como “la buena época” de Santay, esa que empezó en los años 40 y se acabó en los 80 con la expropiación de las haciendas, que estaban dedicadas a la ganadería lechera, a la producción de arroz y de carbón.
En la memoria de Santay el pasado es una fotografía donde todos ríen, o al menos los más viejos. En el tiempo de las haciendas esto era limpito, construimos casas grandes, había cualquier cantidad de vacas, desayunábamos con leche y había trabajo lo que quiera, la gente de la Península, Durán y hasta de Guayaquil venía acá a emplearse, dice cada uno a su tiempo.
A partir de la venta de las haciendas, a los nativos no le quedó más que volcarse al único empleo disponible: ser pescador. Y empezaron a vivir como lo hicieron los antiguos habitantes del mundo: de la pesca, la caza y la recolección. Las pocas familias de la isla, los Domínguez, los Parrales, los Torres, los Achiote y los Cruz se hicieron diestros con el trasmallo, la calandra y el anzuelo.
“Ahora es que hay esta pobreza. No hay ni peces en el río, cada vez nos tenemos que ir más lejos. Nos vamos un día y nos quedamos dos, tres, buscando pesca. Creo que San Pedro está bravo porque no le hemos cumplido, por eso no hay peces. Queremos hacerle una llave, el altar y sacarlo a pasear en canoa por toditito el río para que esto mejore”, piensa Benito, quien se ha promocionado como el organizador de la fiesta del santo en la que habrá cerveza, aguardiente guanchaca y bailarán tres o cuatro días”.
Lorenzo Achiote, el más viejo de la isla, nació hace 78 años en la isla y creció en la misma hacienda de la familia Guzmán. Pasa sus días mirando por la ventana como si con los ojos pudiera atrapar el pasado, pero “hasta los lentes me fallan”, rezonga. “Yo era bueno, sanito, me cruzaba el río a remo. Rema que rema, rema que rema, desde los 12 años. Y ahora ¡míreme! Antes teníamos leche y queso en el desayuno, ahora no tenemos nada”. Atrás quedaron los días de diversión al otro lado del río, las mujeres, el trago, la pesca, la vida. Un derrame le ha dejado paralizada la mitad del cuerpo. Se levanta como puede, ayudado por su mujer e insiste en enseñar cómo vivía antes, y cree tener en un cartón viejo la prueba de su antigua alegría. Su sala está abigarrada, tiene cositas viejas y polvorientas en cada rincón. Pero la única habitación de la casa, donde duermen él, su esposa y dos de sus seis hijos, es un cuadro lamentable.
--Venga vea este cartón lleno de ropa que tengo, yo sí me vestía bien, venga, vea, para que no diga que soy un viejo mentiroso-, dice. Lo abre y muestra una pila de camisas bien planchadas que parecen no haber sido usadas en mucho tiempo. --Y toda esta mochila de acá está llena de camisetas. Yo sí era una persona decente, me sabía vestir. Tenía hartas mujeres-.
En el 2001, en el gobierno de Gustavo Noboa, el ya desaparecido Banco Ecuatoriano de la Vivienda le cedió la isla, así como se cede un pedazo de jardín, en fideicomiso a la Fundación privada Malecón 2000. Entonces, todo empeoró para los isleños. Entre las reglas estaban: no pintar las casas de ningún color. “Nos ponían a echarle diesel a las casas para que luzcan amarillitas, no blancas. Nosotros le echábamos diesel, gastábamos en eso, pero luego con el sol se le salía”, se acuerda, no sin coraje, Jaqueline Achiote, una mujer de 46 años, que como casi todas en este lugar apenas terminó la primaria.
No solo eso: si alguien se enamoraba de un foráneo, tenía que irse a vivir fuera de la isla. Nadie de fuera podía ir a vivir a Santay. “Nos decían que si nosotros nos queremos ir a Guayaquil que vayamos, pero que nadie venga para acá. Nosotros no les hacíamos caso”, comenta Jaqueline. Para ella y para el resto los nueve años que estuvo la Fundación a cargo de la isla fueron tristes.
Quizá lo peor fue que les hicieron derrumbar sus casas –algunas grandes, de madera y con techos de paja- para construir las 56 viviendas gemelas donde ahora viven apiñados y con calor porque todas tienen techos de zinc. Esas casas costaron $1.500 y las tuvieron que levantar con sus propias manos. Con la llegada del Gobierno, la construcción de una ecoaldea con casas de 18 mil dólares, paneles eléctricos, el muelle, y los senderos elevados, a los isleños les ha regresado también la esperanza de que las cosas cambien.
“Nosotros esperamos que el gobierno consiga mejoras para nosotros. Ahora estamos en sus manos. Eso es mejor pensamos. Porque la Fundación era privada y no nos pagaba por el trabajo que hacíamos, por rozar, por mantener la isla. Nosotros teníamos que poner nuestra mano de obra”, recuerda Jaqueline, quien es guía y ya está viendo algún cambio significativo. Antes por cada turista, la Fundación, les pagaba 15 centavos y ahora cobran 1,25 dólares.
Los hombres regresan de la pesca, las mujeres los esperan en las casas con la comida. Los niños juegan en medio de los matorrales. Leonardo, de 9 años, se entrena como guía. “En esa casa venden galletas, en la otra pan de ese que viene en funda, en la otra cola, más allá cerveza”, dice mientras juega con unos imanes que se encontró en un árbol. Parece conocer cada árbol, cada truco del río. Le divierten los turistas y los pocos curiosos que se asoman a su isla. Él no tiene memoria de las haciendas, está estudiando en la escuela y no quiere ser pescador, sino arquitecto. Aunque entre un carro y una canoa, se queda con la canoa. Leonardo mira al futuro con entusiasmo, aprende a ganarse la vida; estira la mano y dice: es un dólar por el recorrido.
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Santay: del muelle a los puentes
Una inversión estatal que hasta ahora supera el millón y medio de dólares convertirá a la Isla en un circuito eco turístico para Guayaquil y cambiará la vida de sus 257 habitantes. |
Por Ileana Matamoros
Fotos: Rafael Méndez Meneses y Dep. Comunicación Ministerio de Ambient.
Alborotados por la inauguración del muelle y la visita de la Ministra de Ambiente, aquella mañana de junio, cerca de 40 niños y niñas la escuela Jaime Roldós, de la isla Santay, se subieron con sus dos maestras en las canoas de sus padres y vecinos para avanzar por el río Guayas hacia el lugar. A esa hora del día, con la marea alta, era la única forma de llegar a tiempo a ese punto de la isla.
“¡Los chiquitos van conmigo!”, gritó Ena Gomero cuando sus alumnos se lanzaron en tropel al abordaje, y de inmediato unos siete pequeños que ya sabían que era con ellos, se voltearon corriendo hacia ella. Sus uniformes lucían impecables pero algunos iban descalzos, en la verde isla-manglar que queda frente a Guayaquil es una manera de lidiar con el lodo y salvar los zapatos.
Desde la rivera un par de fieles perros persiguieron las canoas de los niños saltando sobre riscos de lodo y cruzando a nado dos esteros, hasta que llegaron al muelle cubierto de 80 metros de largo que costó cerca de 360 mil dólares y era a la fecha –junto a la escuela, levantada hace menos de dos años a un costo de 174 mil dólares-, la obra pública más importante que ha tenido la isla.
Los chicos hicieron una calle de honor para la ministra Aguiñaga tal como en marzo del año pasado, cuando los visitó el presidente Rafael Correa para oficializar la declaratoria de inclusión de la isla en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. El Ministerio de Ambiente compró hace un año la isla al Banco Ecuatoriano de la Vivienda por más de 10 millones de dólares y ya empezaron los grandes cambios para Santay y para sus 257 habitantes.
Muchos guayaquileños aún se sorprenden cuando se enteran de que la Santay está tan poblada. Pero allí al frente del Malecón 2000, a 800 metros cruzando el Guayas viven 56 familias. La mayoría son pescadores y habitan en 46 casas sin alumbrado ni energía eléctrica (algunas familias comparten generadores que utilizan por las noches), ni telefonía, agua potable, o cualquier otro servició público, de hecho antes de 1999 no había ni escuela.
Allí todos recuerdan cuando la ONG Amigos de la Santay creada por el José Delgado, un ingeniero naval que en los 90 se vinculó a la isla, consiguió el dinero y construyó la primera con la ayuda y gratitud de la población. Otro de los grandes orgullos de isla es su primer bachiller, Álvaro Domínguez, que acaba de terminar el colegio a distancia y ya aprobó el preuniversitario de biología marina. Ahora que la DINSE les hizo la nueva escuela, “la vieja” hace las veces de centro comunal y piensan instalar en ella un museo y centro de interpretación, porque el futuro de las 2.200 hectáreas de esta inmensa isla será el ecoturuismo.
En el 2000, por gestiones de Amigos de Santay, la isla fue declarada Área Protegida Internacional a través de la Convención Ramsar, que determina los humedales de importancia mundial. Ese mismo año el gobierno de Gustavo Noboa firmó un decreto que autorizó al Banco Ecuatoriano de la Vivienda, el propietario legal de la isla, a realizar contratos y convenios para desarrollar en la isla un proyecto ecológico y turístico. Y en 2001 el BEV cedió la Santay en comodato por 80 años a la fundación Malecón 2000, que había sido creada por el alcalde Jaime Nebot para construir y administrar el conocido complejo a orillas del río Guayas y otras obras de la llamada regeneración urbana de la ciudad. Pero la administración de Malecón 2000 no produjo mejoras importantes ni en la infraestructura turística de la isla, ni en la calidad de vida de sus habitantes.
Sucede que desde los 80 la ocupación de estas tierras por los isleños ha sido informal, pues nunca han tenido la propiedad legal, e incluso han llegado a ser tratados como “invasores”, aunque más de la mitad haya nacido allí. Son descendientes de los empleados de las grandes haciendas ganaderas y arroceras que prosperaron en la isla desde los años 40, que fueron expropiadas por decisión del presidente Jaime Roldós tras declarar los terrenos de la isla “de interés social”. Uno de los antiguos propietarios de la Santay era Jaime Nebot Velasco, padre del actual alcalde de Guayaquil, y desde el Congreso, León Febres Cordero fue el mayor opositor de la expropiación. Roldós pensaba crear allí un espacio recreacional y de vivienda pero tras su muerte, el caso pasó de la polémica al tabú. Ninguna obra realmente importante se pudo concretar y sus habitantes continuaron olvidados y cada vez más pobres. Año a año los peces fueron menos y los turistas llegaban de a gotas. Los Guayaquileños han escuchado planes de todo tipo para la isla verde de enfrente: construir allí un parque tipo Disney, un gran monumento, hasta un aeropuerto, pero nada de eso, ni siquiera un muelle. Hasta ahora.
Aquella mañana la Ministra Aguiñaga y su comitiva, después de conocer el muelle, saludar a los niños y almorzar con los adultos, revisaron el inminente avance de la Ecoaldea, un proyecto habitacional de 56 casas elevadas con energía solar, agua potable y baños a dónde dentro de poco se mudarán los santileños. También se construyen cuatro kilómetros de senderos elevados para que la isla pueda recibir turismo todo el año, pues en verano es posible caminar con cuidado por algunos caminos, pero las lluvias de invierno convierten a la isla en un pantano inaccesible. La inversión por las obras de Santay supera el millón y medio de dólares y es parte del plan Guayaquil Ecológico, que incluye la creación del Parque de Samanes y la recuperación del estero Salado.
Pero el proyecto más importante estaría por venir: los puentes. Estructuras peatonales y de ciclovía de 800 y 1.2000 metros, que unirían a Santay con Durán y Guayaquil respectivamente. Para ello el Miduvi ya ha contratado sendos estudios que suman más de 600 mil dólares. ¿Qué pasará cuando la agitada vida de Guayaquil y Durán pueda pasar a pie a la plácida isla Santay? Seguro que un paseo por Santay será un respiro importante para cualquier habitante del Puerto Principal, la urbe con menos áreas verdes por habitantes de país… Hoy por hoy los santileños miran con recelo a Guayaquil y a sus noticias de violencia. A pesar de la pobreza ellos saben que viven en un paraíso, son gente buena y sencilla del manglar, y aunque están a sólo 15 minutos en lancha del mercado de la Caraguay, los padres temen la hora de que sus hijos al colegio en la ciudad, y cuentan historias de chicos que regresan asustados y sin ganas de volver a estudiar. Sin embargo las obras los tienen emocionados. El muelle y las casas con agua potable, luz permanente y baños será el principio, esperan que con la llegada de los turistas sus ingresos mejoren y empiece una nueva era de prosperidad para la isla.
Tras décadas de sentir que los “querían botar” (en el 2000 el BEV les hizo firmar un acuerdo de voluntades por el que les permitía vivir en la isla como guardianes ad honoris para evitar invasiones, comprometiéndose a abandonar la isla cuando el banco lo disponga) ahora se sienten más respaldados, aunque la tenencia legal de aquella tierra en que nacieron ellos y sus hijos no esté dentro de los planes del Gobierno. Al ser un área protegida, “lamentablemente no les podemos dar escrituras públicas porque tenemos restricciones de índole constitucional”, dice la Ministra de Ambiente, “pero las familias que se ha identificado en el censo tienen un acuerdo con el Ministerio para que tengan la posibilidad de estar como pobladores indefinidamente. Su estadía está totalmente legalizada”, asegura Aguiñaga.
29 agosto 2011
Simón Bolívar, a 182 años de su paso por la isla Santay
José Delgado Mendoza
El 31 de agosto de 1829 el Libertador es trasladado a la isla Santay tras haber sido víctima de una fuerte crisis de salud en Guayaquil. Era conocido entonces que los aires de esa isla ubicada frente a la ciudad ayudarían a su restablecimiento. Permanece en una casa de campo alrededor de dos semanas. Luego de firmar el tratado de Guayaquil, que pone fin a la ocupación de Guayaquil por el Perú, Bolívar tomará camino hacia Bogotá y nunca más retornaría a territorios ahora ecuatorianos.
Bolívar se recupera bien en Santay, pero se queja de la imposibilidad de poder cabalgar en la isla, en tres de las cartas que escribe desde allí comenta las características típicas de la zona en que se encuentra. El 4 de septiembre anota: “Yo me hallo ya disfrutando de regular salud en mi casa de campo a una milla de la ciudad; pero sin poder hacer el ejercicio que apetezco, porque el lugar, que es una pequeña isla, no lo permite. Sin embargo, me va muy bien en ella y voy convaleciendo mucho”.
El mismo día al Sr. Joaquín Mosquera le dice: “...Tenga Vd. la bondad, mi querido amigo, de dispensarme esta fastidiosa carta: ella es hija de una atrabilis mortal que me devora y me ha tenido enfermo todos estos días; por lo que he salido a una milla de la ciudad a tomar el aire del campo, mas no sus ejercicios, porque estoy metido en una isla donde no hay para donde salir por las dificultades del terreno…”.
En misiva al Gral. José Antonio Páez el día 5 de septiembre: “...Yo voy restableciendo de la debilidad extrema en que me dejó el furioso ataque de bilis negra que sufrí; y me hallo en el campo a una milla de la ciudad, donde me va bien porque hay fresco y como con apetito; de modo que en los ocho días que llevo aquí me he repuesto mucho. Solo me falta terreno donde pasear a caballo, porque esto es una isla pequeña y muy cortada por los fangos. Adiós, mi querido general, quedo de Vd. su amigo de corazón. Bolívar…”.
El Libertador está enfermo, pero su mal físico, para quien ha estado acostumbrado a recorrer leguas de caminos y a batallar, es menor a su mal moral y anímico, como él mismo lo describe en su carta desde la isla Santay a su amigo el general Florencio O’Leary , “no es creíble el estado en que estoy, según lo que he sido toda mi vida, y bien sea mi robustez espiritual ha sufrido mucha decadencia o que mi constitución se ha arruinado en gran manera, lo que no deja duda es que me siento sin fuerzas para nada y que ningún estímulo puede reanimarme. Una calma universal más bien una tibieza absoluta me ha sobrecogido y me domina completamente.
Estoy tan compenetrado de mi incapacidad para continuar más tiempo en el Servicio Público, que me he creído obligado a descubrir a mis más íntimos la necesidad que veo de separarme del mando supremo para siempre…”.
¿Cuánto influyó Santay en el Libertador para tomar una de las más importantes decisiones en su vida? No olvidemos que su estadía en la isla sucede entre las dos muertes de Bolívar, un año antes sucedió su muerte moral y un año después llegaría su muerte física.
Efectivamente, la noche del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá, una horda de enemigos políticos intenta asesinarlo, gracias a Manuela Sáenz, Bolívar logra escapar.
La sombra de ese vil y canalla atentado lo acompañará hasta el fin. 182 años han pasado de su pasaje por Santay, recordarlo es un aporte a la historia aún desconocida de la isla y de la que su población actual puede sentirse orgullosa.
Fuente
Simón Bolivar, posiblemente en 1829, Oleo de autor anónimo |
Bolívar se recupera bien en Santay, pero se queja de la imposibilidad de poder cabalgar en la isla, en tres de las cartas que escribe desde allí comenta las características típicas de la zona en que se encuentra. El 4 de septiembre anota: “Yo me hallo ya disfrutando de regular salud en mi casa de campo a una milla de la ciudad; pero sin poder hacer el ejercicio que apetezco, porque el lugar, que es una pequeña isla, no lo permite. Sin embargo, me va muy bien en ella y voy convaleciendo mucho”.
El mismo día al Sr. Joaquín Mosquera le dice: “...Tenga Vd. la bondad, mi querido amigo, de dispensarme esta fastidiosa carta: ella es hija de una atrabilis mortal que me devora y me ha tenido enfermo todos estos días; por lo que he salido a una milla de la ciudad a tomar el aire del campo, mas no sus ejercicios, porque estoy metido en una isla donde no hay para donde salir por las dificultades del terreno…”.
En misiva al Gral. José Antonio Páez el día 5 de septiembre: “...Yo voy restableciendo de la debilidad extrema en que me dejó el furioso ataque de bilis negra que sufrí; y me hallo en el campo a una milla de la ciudad, donde me va bien porque hay fresco y como con apetito; de modo que en los ocho días que llevo aquí me he repuesto mucho. Solo me falta terreno donde pasear a caballo, porque esto es una isla pequeña y muy cortada por los fangos. Adiós, mi querido general, quedo de Vd. su amigo de corazón. Bolívar…”.
El Libertador está enfermo, pero su mal físico, para quien ha estado acostumbrado a recorrer leguas de caminos y a batallar, es menor a su mal moral y anímico, como él mismo lo describe en su carta desde la isla Santay a su amigo el general Florencio O’Leary , “no es creíble el estado en que estoy, según lo que he sido toda mi vida, y bien sea mi robustez espiritual ha sufrido mucha decadencia o que mi constitución se ha arruinado en gran manera, lo que no deja duda es que me siento sin fuerzas para nada y que ningún estímulo puede reanimarme. Una calma universal más bien una tibieza absoluta me ha sobrecogido y me domina completamente.
Estoy tan compenetrado de mi incapacidad para continuar más tiempo en el Servicio Público, que me he creído obligado a descubrir a mis más íntimos la necesidad que veo de separarme del mando supremo para siempre…”.
¿Cuánto influyó Santay en el Libertador para tomar una de las más importantes decisiones en su vida? No olvidemos que su estadía en la isla sucede entre las dos muertes de Bolívar, un año antes sucedió su muerte moral y un año después llegaría su muerte física.
Efectivamente, la noche del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá, una horda de enemigos políticos intenta asesinarlo, gracias a Manuela Sáenz, Bolívar logra escapar.
La sombra de ese vil y canalla atentado lo acompañará hasta el fin. 182 años han pasado de su pasaje por Santay, recordarlo es un aporte a la historia aún desconocida de la isla y de la que su población actual puede sentirse orgullosa.
Fuente
24 agosto 2011
El mito del Puente de la Unidad Nacional - islote del Palmar y los puentes peatonales a Santay
El Puente de la Unidad Nacional es uno de las obras más importantes de la década del 70. Atraviesa los ríos Daule y Babahoyo, al norte de la ciudad de Guayaquil, y permite la comunicación de la Costa con la Sierra. De ahí su nombre, que, en consideración a uno de los primeros ingenieros que participaron en su construcción se lo denomine Rafael Mendoza Avilés, tal como lo reseña la Enciclopedia del Ecuador de Efrén Avilés Pino.
Llama la atención que el director provincial del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), Cristóbal Cruz, en declaraciones a Diario El Universo señale que la construcción de ese puente originó el aparecimiento del islote El Palmar, localizado a la altura de la parroquia La Puntilla del cantón Samborondón.
Para información del funcionario, el islote surgió de manera totalmente natural antes de la construcción del puente de la Unidad Nacional. Gráficas satelitales de 1966 evidencian el surgimiento del islote a causa de los sedimentos de los ríos Daule y Babahoyo. Ha reaparecido a partir del 2001 y ahora se ha convertido en un lugar que acoge a una importante biodiversidad.
Imagen satelital del islote El Palmar en 1966 y en el 2009 |
Las afirmaciones del señor Cruz fueron emitidas como justificativo de los estudios técnicos que se realizarán para medir el impacto ambiental de la construcción de los puentes de acceso a la Isla Santay.
Demás está que la creación de puentes no generarán nuevos islotes, sino más bien, y es algo que no han mencionado los funcionarios, cuál será el verdadero impacto para la población de Santay y para la biodiversidad de la isla, con el creciente número de turistas que llegarán.
¿Se habrá medido esos costos?
21 agosto 2011
Santay, un humedal que se transforma en un destino turístico
Dos puentes peatonales unirán a Guayaquil y Durán con la isla Santay
Leopoldo Domínguez lleva pasajeros en su canoa a motor hasta la isla Santay, a quienes recoge en el muelle del mercado Caraguay. En el viaje, que dura 10 minutos, disfrutan de la vista de la isla, mientras dejan atrás el crecimiento urbanístico de Guayaquil.
Domínguez, de 22 años, conoce bien la isla porque ha vivido siempre allí. Esta área, que es jurisdicción de Durán, se encuentra a 800 metros de distancia de Guayaquil y fue reconocida en octubre del 2000 como humedal Ramsar (de importancia ecológica internacional), por ser un pantano.
Según un estudio del Comité Ecológico del Litoral (CEL), aquí habitan 69 especies vegetales, 5 de estas son manglar; 12 de reptiles, 2 de anfibios, 13 de mamíferos y 128 clases de aves, de las cuales 12 son vulnerables y están amenazadas y registradas en la lista de Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES-siglas en inglés) y de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN).
Si bien Santay es un área protegida, en la que habita cerca de 230 personas, el presidente de la comuna, Tomás Domínguez, señala que aún tienen necesidades por satisfacer.
Domínguez sostiene que uno de sus principales problemas es la falta de agua. “Aquí nos viene por gabarra, uno la pide y no le llega hasta después de unos cuatro días, por eso tenemos que acudir a los mercados para comprarla”, dice, mientras indica que antes gastaban en un mes $ 60 y ahora $ 170 en una semana, debido a las labores de prueba de las 56 nuevas viviendas que hay en la isla.
Agrega que también requieren de un dispensario médico.
El presidente de los pescadores artesanales, Benito Parrales, concuerda con él y sostiene que a más del dispensario también requieren educación.
A esto se suma el pedido que hacen los pescadores de que se construya un atracadero para guardar sus embarcaciones, así como la dotación de lanchas.
Domínguez asevera que tienen previsto iniciar una capacitación en dos semanas en coordinación con los ministerios del Ambiente y de Turismo, así aspira a obtener mayores recursos para su familia.
Los comuneros lamentaron, en ese entonces, que se truncara la oferta de desarrollo de un proyecto turístico de la fundación Malecón 2000. “No hizo absolutamente nada; ellos nunca hicieron nada”, señala Domínguez, quien recuerda que se prometió el mantenimiento de los senderos de la isla Santay, los que no se habilitaron.
Domínguez sueña que con la capacitación turística que recibirán en dos semanas, en la que se prevé participen unos 25 jóvenes, todo será diferente. “Todavía no vemos nada, pero pensamos que será excelente porque hay nuevas cabañas y la caminata para ofrecer al turista las artesanías y platos típicos como la ensalada de jaiba”.
La isla es visitada semanalmente por 15 o 20 turistas. A cada uno el guía le cobra $ 1,25.
Las cabañas nuevas fueron construidas para los habitantes de la isla. En estas se utilizó madera de pino chileno y gymsum (material similar al yeso).
Ellos aún viven en las casas de Hogar de Cristo que les donó la fundación Malecón 2000, mientras se adecúan en las nuevas los paneles solares.
Las viviendas junto a un área comunal y un muelle fueron inauguradas el pasado 12 de agosto por el presidente Rafael Correa, quien, además, anunció la construcción de dos puentes peatonales, uno que unirá la isla a Durán y otro a Guayaquil. No obstante, biólogos y ambientalistas cuestionan la obra.
Cifras: Inversión
2.200 hectáreas
tiene la isla Santay, un humedal que fue declarado área protegida en el 2010, la que pertenece al Ministerio del Ambiente.
Fuente
Guayas. Las nuevas cabañas del proyecto del Gobierno denominado Ecoaldea están asentadas en el humedal de la isla Santay. Allí se trabaja en la implementación de paneles solares |
Según un estudio del Comité Ecológico del Litoral (CEL), aquí habitan 69 especies vegetales, 5 de estas son manglar; 12 de reptiles, 2 de anfibios, 13 de mamíferos y 128 clases de aves, de las cuales 12 son vulnerables y están amenazadas y registradas en la lista de Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES-siglas en inglés) y de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN).
Si bien Santay es un área protegida, en la que habita cerca de 230 personas, el presidente de la comuna, Tomás Domínguez, señala que aún tienen necesidades por satisfacer.
Domínguez sostiene que uno de sus principales problemas es la falta de agua. “Aquí nos viene por gabarra, uno la pide y no le llega hasta después de unos cuatro días, por eso tenemos que acudir a los mercados para comprarla”, dice, mientras indica que antes gastaban en un mes $ 60 y ahora $ 170 en una semana, debido a las labores de prueba de las 56 nuevas viviendas que hay en la isla.
Agrega que también requieren de un dispensario médico.
El presidente de los pescadores artesanales, Benito Parrales, concuerda con él y sostiene que a más del dispensario también requieren educación.
A esto se suma el pedido que hacen los pescadores de que se construya un atracadero para guardar sus embarcaciones, así como la dotación de lanchas.
Domínguez asevera que tienen previsto iniciar una capacitación en dos semanas en coordinación con los ministerios del Ambiente y de Turismo, así aspira a obtener mayores recursos para su familia.
Los comuneros lamentaron, en ese entonces, que se truncara la oferta de desarrollo de un proyecto turístico de la fundación Malecón 2000. “No hizo absolutamente nada; ellos nunca hicieron nada”, señala Domínguez, quien recuerda que se prometió el mantenimiento de los senderos de la isla Santay, los que no se habilitaron.
Las cotorras pertenecen a una de las especies de aves que habitan en la isla Santay. |
La isla es visitada semanalmente por 15 o 20 turistas. A cada uno el guía le cobra $ 1,25.
Las cabañas nuevas fueron construidas para los habitantes de la isla. En estas se utilizó madera de pino chileno y gymsum (material similar al yeso).
Ellos aún viven en las casas de Hogar de Cristo que les donó la fundación Malecón 2000, mientras se adecúan en las nuevas los paneles solares.
La pesca es la principal actividad a la que se dedican los habitantes del este humedal. |
Cifras: Inversión
2.200 hectáreas
tiene la isla Santay, un humedal que fue declarado área protegida en el 2010, la que pertenece al Ministerio del Ambiente.
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20 agosto 2011
CLUB ECOLOGISTA DE SANTAY cumplió su primer aniversario
El Club Ecologista Santay fue creado el 18 de agosto del 2010, el objetivo principal de su creación es el de dar a los alumnos de la Escuela Jaime Roldós y a los jóvenes de la isla un espacio de reflexion y de actividad sobre el cuidado del medioambiente y sobre la importancia de vivir en una lugar tan especial como lo es Santay.
La Isla Santay es un Humedal declarado en 2000 de Importancia Internacional, por la Convencion RAMSAR. Es también a partir de febrero del 2010 parte del Sistema Nacional de Areas Protegidas.
EL CES es una iniciativa 100% local, nació en su isla como interés de los niños y esta bajo la coordinación de la Directora de la Escuela, la maestra Ena Gomero.
Actividades realizadas
El año pasado fueron parte de la Campaña Internacional A Limpiar el Mundo que van a re-editar este año también y los proximos.
Entrega de uniforme
Este año 2011 organizaron la SEMANA AMBIENTAL entre el 12 y 17 de junio, para esa ocasión realizaron varias actividades que pusieron en evidencia su preocupación por mantener el entorno natural de la isla y conocer más sobre la biodiversidad que los rodea.
Las maestras y los niños realizaron actividades de reutilización de materiales como botellas plásticas, papel para obtener objetos decorativoy juguetes.
Decoraciones confeccionadas con material reutilizado |
Marionetas |
Tarjetas ecológicas |
Kerly, Jenny y Anita maestras de la escuela en la semana ambiental 2011 |
Los Amigos de Santay aplaudimos esta iniciativa y pensamos que debe tener el apoyo de otras instancias educacionales y ambientales de la provincia y del Ecuador.
Larga Vida al CES y muchas lindas y productivas actividades por el bien de la naturaleza en Santay!!
Sitio web del Club Ecologista Santay
Larga Vida al CES y muchas lindas y productivas actividades por el bien de la naturaleza en Santay!!
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13 agosto 2011
235 habitantes de Santay disfrutan de su nueva vivienda ecológica
Guayaquil (Guayas).- Como parte del proyecto Guayaquil Ecológico, que lleva adelante el Gobierno Nacional, 56 familias que residen en la isla Santay en la comunidad de San Jacinto, ubicada frente a la ciudad de Guayaquil, recibieron este 12 de agosto viviendas nuevas.
María Banchón con una evidente felicidad invita a todos quienes visitaron este día la isla Santay a conocer su vivienda, pues como ella indica “atrás quedaron esos días en los que tenían que caminar por el lodo y vivir en casas en las que fácilmente ingresaba el agua”
Incluso se prepara a que después de terminado este proyecto ellos sean parte del programa de turismo que impulsa el Ejecutivo. Además, dijo estar motivada porque este proyecto no solo incluye la construcción de nuevas viviendas, sino la reforestación de toda la isla Santay.
Nain Yedez, representante de la constructora chilena-ecuatoriana que participó de este proyecto, explicó que las viviendas están construidas con pino importado de Chile, que ha sido tratado con químicos especiales y rociados con un aislante para impedir la proliferación de polillas y hongos. Las casas tienen un tiempo estimado de duración de 40 años.
En armar las casas se demoraron un mínimo de dos meses, tiempo en el que junto a la mano de obra de la misma población se dio la estructura a esta nueva aldea de ecoviviendas, que a propósito todas cuentan con agua potable y sistema sanitario.
Todo el proyecto de viviendas y sendero en la isla Santay tuvo una inversión de $1.6 millones. La población que se encuentra en la Isla Santay está constituida por los ex trabajadores de varias haciendas en las que se encontraba dividida la Isla, y que están agrupados en la Asociación de Pobladores San Jacinto de Santay. La mayor parte de la población de la isla se dedican a la pesca./CY Prensa Presidencial
Fuente: El Ciudadano
Los 235 habitantes de esta isla dicen estar satisfechos por contar ahora con una vivienda digna en donde vivir, cada unidad habitacional cuenta con dos dormitorios, baño, cocina, sala y comedor. Todas las casas de la isla cuentan con un sistema de luz solar y son ecológicas.
María Banchón con una evidente felicidad invita a todos quienes visitaron este día la isla Santay a conocer su vivienda, pues como ella indica “atrás quedaron esos días en los que tenían que caminar por el lodo y vivir en casas en las que fácilmente ingresaba el agua”
Incluso se prepara a que después de terminado este proyecto ellos sean parte del programa de turismo que impulsa el Ejecutivo. Además, dijo estar motivada porque este proyecto no solo incluye la construcción de nuevas viviendas, sino la reforestación de toda la isla Santay.
Nain Yedez, representante de la constructora chilena-ecuatoriana que participó de este proyecto, explicó que las viviendas están construidas con pino importado de Chile, que ha sido tratado con químicos especiales y rociados con un aislante para impedir la proliferación de polillas y hongos. Las casas tienen un tiempo estimado de duración de 40 años.
En armar las casas se demoraron un mínimo de dos meses, tiempo en el que junto a la mano de obra de la misma población se dio la estructura a esta nueva aldea de ecoviviendas, que a propósito todas cuentan con agua potable y sistema sanitario.
Todo el proyecto de viviendas y sendero en la isla Santay tuvo una inversión de $1.6 millones. La población que se encuentra en la Isla Santay está constituida por los ex trabajadores de varias haciendas en las que se encontraba dividida la Isla, y que están agrupados en la Asociación de Pobladores San Jacinto de Santay. La mayor parte de la población de la isla se dedican a la pesca./CY Prensa Presidencial
Fuente: El Ciudadano
12 agosto 2011
Isla Santay merece mucho más que recoger sus desechos!
Hoy he leído con asombro una nota periodística en la cual se informa que 250 jovenes de America Latina recolectaran desechos en la Isla Santay.
Me pregunto si acaso quienes organizan este evento no tienen otra cosa mucho más interesante, formadora, enriquecedora a aportar y que puedan compartir a la población de la isla que organizarse para recolectar la basura que hay en el litoral de la isla. Basura que por cierto es llevada allí por las mareas y provienen de diversos horizontes.
Que se entienda bien, hay basura, pero no que amerite que lleguen 250 visitantes de todo el continente para limpiarla.
Quien lee esa noticia va a llevarse la impresión de que en Santay no hay otra cosa que desechos! Un poco más de respeto por una población que busca y quiere ganarse el aprecio de todos en función de sus calidades humanas y ambientales, por la gentileza y capacidad de su comunidad.
Ojalá haya alguna autoridad educativa local que re-oriente esta visita. La ecología no puede ni debe siempre estar ligada a la basura.
El día feliz que esta llegando...
He llamado a la isla y hay ambiente de fiesta y stress en los pobladores, cada quien esta cumpliendo con su rol de buenos anfitriones, algunos amigos que estan presentes estan enviándome fotos y mencionandome la belleza de Santay y la amabilidad de la población. Fotos Luis M.Córdoba
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