El sol y el esfuerzo dejaron huellas imborrables en sus manos y
rostro moreno. A sus 54 años y pese a haber fallecido hace cuatro años
el compañero de su vida no pierde la vitalidad. Por senderos de madera
se la ve andar de un lado a otro. “No hay tiempo para la tristeza, solo
para andar optimistas”, dice Elsa Rodríguez con una fresca sonrisa, tan
fresca como la brisa del río Guayas que baña la mañana de un miércoles a
la isla Santay.
La mujer es presidenta de la comuna San Jacinto de Santay, ubicada
frente a la ciudad costera de Guayaquil, la más poblada de Ecuador con
2,5 millones de habitantes.
Bajo su liderazgo está el desarrollo de las actividades en esta
comunidad de 56 familias, cuyas vidas cambiaron para siempre luego de
las obras desarrolladas en los últimos años por el gobierno en este
humedal de 2.000 hectáreas.
Doña Elsita, como la conocen sus vecinos, recuerda los difíciles años
que le tocó vivir en la isla. Atrás quedaron las épocas en que vivía en
una endeble casa de madera y caña, sin ningún servicio básico y cuyo
único medio de transporte era la canoa.
Hasta hace tres años los hombres de la isla arriesgaban cada día sus
vidas en las caudalosas aguas del río Guayas para conseguir mediante la
pesca el sustento para sus familias, mientras sus mujeres iban a ofrecer
sus servicios como empleadas domésticas en hogares guayaquileños. Los
paupérrimos ingresos que percibían apenas les alcanzaba para subsistir.
No obstante, ese círculo de pobreza se acabó para siempre cuando el
presidente Rafael Correa, luego de constatar las condiciones en que
vivían los pobladores, decidió convertirla en un sitio para el turismo
ecológico y darle a su vez una zona de recreación a Guayaquil, urbe a la
que autoridades locales la convirtieron en una de las más deficitarias
del país en cuanto a áreas verdes.
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La ecoaldea donde habitan las 56 familias de la isla Santay. |
Primero se construyó una ecoaldea, como se denomina al
complejo habitacional donde ahora viven dignamente las 56 familias de la
isla. Las casas, construidas con materiales amigables con el ambiente,
poseen todos los servicios básicos, como agua y energía que se obtiene
mediante paneles solares.
Posteriormente, llegaron otras obras como el centro de hospedaje, una
escuela, un centro de interpretación, planta de agua, centro médico y
camineras que conducen a los habitantes y visitantes por distintos
parajes de la isla hasta llegar a la denominada ‘cocodrilera’, un pantano
artificial donde viven once lagartos, que son el principal atractivo
del lugar.
Atrás quedaron aquellos tiempos en que los pobladores debían caminar
por senderos fangosos, abandonados a su suerte, llenos de tantas
necesidades, irónicamente tan cerca de una de las tres ciudades más
importantes de Ecuador, pero tan alejados de ese progreso.
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La caminera de 1.7 Kms conecta a la ecoaldea con el puente basculante que une a Santay con Guayaquil. |
Ahora, con la apertura del puente peatonal que los conecta con
Guayaquil, el pasado mes de junio, dejaron de ser aquel poblado
abandonado para convertirse en uno de los más visitados del país. Más de
100.000 personas acuden mensualmente a visitar la isla, según registros
del Ministerio de Ambiente.
Y es el turismo el que les dio el giro radical a sus economías. De
ser una comunidad de pescadores se convirtieron en emprendedores:
actualmente manejan un comedor, ofrecen servicios de guianza turística,
transporte en lancha y tienen demás puestos donde ofrecen artesanías,
bebidas y demás aperitivos.
“La pobreza va quedando en el pasado”, expresa Mariana Domínguez,
quien es la líder del restaurante de la isla, donde los turistas pueden
degustar una deliciosa comida típica costeña, mientras disfrutan del
paisaje que armoniosamente equilibra el verdor tropical, con el azul
radiante del cielo y los imponentes edificios del Guayaquil moderno que
sobresalen del horizonte del río Guayas.
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Habitantes de Santay trabajan en el restaurante de la isla |
Mujeres y hombres de la comunidad trabajan en turnos para atender
este comedor que permanece abierto desde la mañana hasta las 17:00, en
que concluyen las visitas de turistas.
“Antes no había trabajo, teníamos que buscárnosla en Guayaquil y
ahora hay trabajo por demás”, dice sonriente Domínguez, mientras deja a
punto un humeante arroz que acompañará al seco de gallina, guatita y
otros platos criollos que se servirán los clientes.
Los isleños se sienten contentos con su nueva forma de vida. Se
esmeran por dar un buen servicio al cliente, se empoderan cada día de
sus nuevas funciones, pues no quieren volver a los tiempos en que solo
para llevar agua a sus casas debían cruzar a remo hacia la ciudad de
Guayaquil.
Mientras Domínguez y sus compañeras ponen su sazón a los alimentos,
en el nuevo y panorámico muelle están tres pobladores que ofrecen el
servicio de lancha a motor para quienes ya no desean caminar de regreso a
Guayaquil, un trayecto que toma 2,5 kilómetros si se suman las
distancias del paso peatonal (840 metros) con la caminera que lleva a la
ecoaldea (1.700 metros).
Otros, moradores, en cambio son guardaparques que recorren en
bicicleta la isla vigilando que no se afecte el ecosistema con los
desperdicios que botan ciertos turistas; mientras, Benito Parrales, de
60 años, se dedica al cuidado de sus “muchachos” como les dice a los
cocodrilos.
“Antes anhelábamos mudarnos a la ciudad para dejar esta vida de
pobreza, pero ahora escucho muchas veces decir a los que nos visitan que
nos envidian por la forma cómo vivimos en medio de esta naturaleza y la
paz”, confiesa Parrales, quien se siente afortunado del giro radical
que dieron sus vidas por la decisión del presidente Correa.
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El nuevo muelle ofrece una fresca brisa del río Guayas y un atractivo paisaje. |
Así transcurre la vida en San Jacinto de Santay, el poblado al que de
joven llegó doña Elsita de la mano de su compañero de toda la vida.
Ahora comparte con sus vecinos sus conocimientos adquiridos en las
capacitaciones brindadas por el Ministerio de Ambiente sobre temáticas
de microempresa, atención al cliente, entre otras.
“Este era mi sueño y se volvió realidad”, dice con voz entrecortada
la líder de la comuna. Sus pies ya no se hunden en el lodo y sus manos
dejaron de cargar el peso de la extrema pobreza.
DATOS
El 20 de febrero de 2010, la isla Santay pasó a formar parte del
Sistema Nacional de Áreas protegidas como Área Nacional de Recreación.
Entre la flora se destaca el mangle negro, la palma real, guachapelí,
samán y otros árboles. Mientras que por la fauna existen reptiles como
la boa y la iguana, mamíferos como el mapache, el oso hormiguero y
distintas especies de aves.
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La isla Santay ofrece una fauna y flora que cautiva a los amantes de la naturaleza. |
Para llegar a la isla debe ir hasta la calle El Oro, en el sur de
Guayaquil, donde está ubicado el puente basculante, que puede ser
cruzado a pie o en bicicleta. El acceso es libre desde las 06:00 hasta
las 17:00, y el Ministerio de Ambiente tiene disponibles bicicletas a un
costo de 4 dólares por tres horas.
A mediados de septiembre se prevé entregar las obras del nuevo puente
basculante que unirá a la isla con el cantón Durán. Con esta obra, más
una caminera elevada, se unirán por primera vez las ciudades de
Guayaquil y Durán a través de la isla Santay.
Actualmente el gobierno construye un circuito de 14 kilómetros de
camineras y ciclovías a nivel del terreno en la zona no inundable de la
isla.
jb/hc
Fuente:
ANDES