Hoy día 2
de Febrero se recuerda el Día Mundial de los Humedales y el tema escogido este
año por la Convención de Ramsar para celebrarlo
es “Humedales para un futuro urbano sostenible”. Esta convención que se encarga de la
protección de las zonas húmedas del planeta fue creada en 1971 y lleva el
nombre de la ciudad iraní donde se firmó su acta fundacional.
El mensaje
a pasar en esta oportunidad es que cerca de 4 mil millones de seres humanos
viven actualmente en sectores urbanos es decir la mitad del planeta y la
tendencia de que más y más personas decidan dejar el sector rural y desplazarse
hacia las ciudades está en aumento. Para responder a esta constante movilidad
rural-urbana las ciudades deben ofrecer servicios básicos como vivienda, transporte
agua, electricidad y alcantarillado, pero también espacios verdes que permitan
una buena relación de vida con la naturaleza y entre sus habitantes. Que
contradicción, salir del campo para buscarlo en la ciudad.
Hasta no
hace mucho tiempo al preguntar a un caminante en el Malecón de Guayaquil si conocía
el nombre de esa larga mancha de manglar que se presentaba ante sus ojos al
otro lado del río Guayas se recibía como respuesta un levantar de hombros en
señal de desconocimiento. Hoy es cierto y seguro que la mayoría de
guayaquileños saben que se trata de Santay.
En efecto,
esta isla de 2079 ha. dejó de ser un espacio verde lejano, olvidado y de
difícil acceso a partir de octubre del
2000 en que a pedido de la sociedad
civil el gobierno nacional decide solicitar a la Convención de Ramsar
declararla como humedal de importancia
Internacional. A la época Santay fue el quinto ecosistema de ese tipo en el
país que pasó a ser parte de esa lista de protección a los humedales del
planeta, hoy se cuentan 18 sitios apuntados allí por nuestro país. En 2010 Santay y su contigua Isla El Gallo fueron además
declaradas como Área Protegida del Ecuador.
Para
Guayaquil y Duran el humedal Santay está ahora al “alcance de sus pies” debido
a la construcción en 2014 de dos puentes ciclo-peatonales que
atraviesan el rio Guayas. La comunidad de San Jacinto de Santay que ha sobrevivido de la pesca y de la llegada
más o menos regular de turistas, con esos puentes ha mejorado su calidad de vida
ostensiblemente ya que las visitas son más numerosas sea caminando o en
bicicleta y eso les significa venta de artesanías, guianza nativa y venta de
comida en su restaurante.
Paralelamente
el servicio de embarcaciones cumple sus recorridos regulares para quienes
prefieren un viaje rápido y sentir de cerca la brisa del río. La navegación
sobre el Guayas revive gracias a esto. Santay
hoy integrada a sus más cercanos centros urbanos se convierte así en un anexo ambiental
extraordinario de Guayaquil y Duran especialmente.
Hace 5
meses un desafortunado accidente fluvial afectó una parte del puente entre
Guayaquil y Santay dejándolo inutilizable. El gobierno nacional a través de la
Gobernación del Guayas y el Ministerio del Ambiente han dado prioridad a su
reconstrucción la misma que se está realizando y que añade mayores seguridades
al diseño inicial.
La utilidad
de ese puente para la población de
Santay es evidente y a pesar del llamado que ciertos sectores han realizado
públicamente para que el puente ya no exista, así de plano, tal propuesta
desconoce por un lado la ventaja que el puente tiene ahora para los habitantes
de Guayaquil y Duran pues caminar,
correr o hacer bicicleta por el puente hacia Santay es un ejercicio
corporal y mental que se ha convertido en habitual en miles de personas una o
varias veces por semana. Únicamente el
argumento de caminar a Santay por salud justifica ampliamente su existencia.
Se argumenta
que el puente es un obstáculo para la navegación en el Guayas, que la apertura
de su sector basculante no es suficiente o que los pilares generan más
sedimentos al río provocando con ello la disminución de profundidad y por ende su
navegabilidad. El puente basculante fue
diseñado para que pasen barcos de manga (ancho) similar a los que pasan el Canal
de Panamá, es decir casi todos los barcos del mundo. Está demostrado además que no es únicamente por
causa de los pilares del Puente Rafael Mendoza que se formó el “Islote” cerca
de la Puntilla. Entonces porqué tendrían que ser los pilares del puente a
Santay los que impidan la navegación en
el río.
Del lado de
la población de Santay el puente no solo que significa el ingreso de visitantes
ávidos de conocer el humedal, de admirar su biodiversidad, de disfrutar de una
buena caminata, de un tiempo de deporte, de una deliciosa comida típica en la
comunidad. También podría ser la ruta de ingreso de la tubería de la tan ansiada agua
potable para la comunidad, agua hasta ahora llevada por barcos tanqueros y de
manera insuficiente.
Hoy en el
Día de los Humedales 2018 estamos más y más conscientes de que Santay esa
otrora isla desconocida, hoy gracias a autoridades, sociedad civil y sobre todo
a la población que lo habita y lo cuida,
se ha convertido en un humedal integrado que aporta a la sostenibilidad actual
y futura de Guayaquil y Duran, un Humedal Urbano.