23 diciembre 2009

Madrugar es una forma de alcanzar crédito del Gobierno

No le importa aguantar hambre, polvo, sol y hasta una leve llovizna con su bebé de un año en brazos con tal de conseguir uno de los créditos del Banco Nacional de Fomento para ayudar a mantener a su familia, pues el trabajo como pescador que tiene su esposo a “duras penas alcanza para comer”.

Tampoco le importa gastar 15 dólares diarios y viajar desde la isla Santay, donde vive, para alcanzar un cupo para un crédito, a dos años de plazo, destinado a beneficiarios del Bono de Desarrollo Humano.

Es Eva Domínguez, de 19 años, quien a las 21:00 del pasado lunes llegó por quinta ocasión a hacer fila en las afueras del BNF del norte, ubicado en la avenida Carlos Luis Plaza Dañín. Las veces anteriores no alcanzó a ingresar, porque se llenó el cupo. Ella necesita el préstamo, dice, para instalar una pequeña tienda en la Santay.

Por eso, hará las filas que sean necesarias para conseguir hasta $ 840, que asegura es el monto ofrecido. Incluso, por el ajetreo su bebé se ha resfriado.

Domínguez y su esposo, Pablo Torres, no tienen con quien dejar a su hija en la Santay por eso la traen hasta Guayaquil. Desde el pasado 4 de diciembre la joven salía a la 01:00 de esa isla, tomaba la canoa con su bebé en brazos y cruzaban el río por casi una hora hasta llegar al mercado Caraguay en Guayaquil. Ahí, conseguía un carro que la llevara a las oficinas del BNF, en Panamá y Roca.

En los tres primeros viajes sintió no alcanzó a ingresar. Luego, cuenta, un guardia le recomendó dormir en el sitio para estar entre las primeras. Así lo hizo y lo consiguió el lunes. “Alcancé a entrar, pero me dijeron que mi crédito aún no salía de Quito. De ahí me mandaron acá (al norte) donde vine hoy (lunes)” relataba, mientras cubría a su hija de la llovizna de la madrugada de ayer.

No era la única. En la vereda de esta oficina (norte) a la 01:30 la acompañaban Carlos González, Mariuxi Rodríguez y Raúl Rodríguez, habitantes de Durán; y otra pareja que esperaban alcanzar el tique, pues al igual que Domínguez han esperado “salir favorecidos” desde la semana anterior.

Rodríguez, de 24 años, y madre de 4 niños dejó a sus hijos al cuidado de su esposo, un albañil que no tiene trabajo fijo. “Quiero ampliar mi negocio de venta de ropa a domicilio, y ponerme a vender pollitos en Durán. Usted sabe que somos pobres y el dinero no nos alcanza”, dice.

Los primeros días llegaba a la 02:00 y 03:00, pero ya “las filas eran interminables”, cuenta.


Tomado de EL Universo, edicion del 23 de Diciembre 2009

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