Con la mirada fija en la vegetación y en el río, y cargando a su pequeña de 18 meses, Dolores Domínguez, de 37 años, soñaba despierta con el futuro prometedor que –dice– tendrán sus seis hijos en su querida isla Santay, luego de escuchar en esta semana las promesas que les hacían a las 56 familias de este humedal los representantes del Gobierno nacional.
Agua potable, transporte fluvial fijo, energía, brigadas médicas y educativas eran parte de las ofertas que animaron a Dolores a ya no pensar –como remite su nombre– en el dolor que antes le causó el no contar con estos servicios básicos ni con un centro de salud en donde pudieran atender las urgencias de sus familiares.
“Aquí es horrible cuando se enferman en la noche y madrugada los niños, porque tenemos que esperar a que amanezca para llevarlo en canoa (por el río Guayas) hasta Guayaquil”, relató la mujer de piel trigueña y de contextura gruesa, que ahora piensa en las mejoras y fuentes de trabajo que les traerá el proyecto conocido como Ecoaldeas, y que es parte del programa ‘Guayaquil Ecológico’.
No es la única que piensa así. Ana Cabrera (33) espera dejar de utilizar una pequeña planta eléctrica a base de gasolina que tiene su suegro en Santay para abastecer a sus familiares y vecinos por unas horas.
“Mi suegro compra una poma (del combustible) en Guayaquil a $ 2,40 y eso nos dura unas cuatro horas. Ahí aprovechamos para ver TV y planchar los uniformes de los niños”, contó mientras mostraba los cables que instalaron las tres casas vecinas a la de su suegro para abastecerse de energía.
El proyecto de las ecoaldeas, que está a cargo de los ministerios del Ambiente, de Desarrollo Urbano y Vivienda, de Inclusión Social y de Turismo, pretende convertir la luz natural en energía por medio de unos paneles solares.
Las dispersas casas de caña y madera que existen serán reubicadas en tres grupos.
La central, cuyos hitos están a más de 300 metros del centro comunal tendrá 50 viviendas hechas de maderas tratadas y con pasarelas de este mismo material, levantadas sobre el suelo blando para que sus moradores y turistas no entierren los zapatos o pies en el lodo.
Así, habitantes como el pequeño Jean Carlos, de 8 años, dejarán de lastimarse los pies cuando corran alegremente por el humedal, siguiendo el vuelo de las mariposas o pájaros. “Como no tengo botas para mis pies, ando sin zapatos. Pero mi papi dice que eso va a cambiar, porque va a tener más trabajo”, dijo tímidamente.
El proyecto está valorado inicialmente en $ 1’516.000 e incluye dos ecoaldeas más, de tres inmuebles cada una (al norte y sur de la isla); un nuevo centro comunal, un muelle y un parque de recreación infantil. Una parte de las casas será financiada con el bono de la vivienda, y los comuneros no pagarán ni un centavo, según los representantes del Gobierno.
Como la isla fue declarada este año Área protegida, las autoridades controlarán que personas foráneas no vayan a radicarse en su territorio ni que los comuneros lleven a otros parientes, explicó la ministra del Ambiente, Marcela Aguiñaga, quien el pasado martes colocó el primer hito simbólico en las afueras de la renovada escuela Jaime Roldós Aguilera.
En el acuerdo que firmaron los habitantes de Santay ese día, se establecía, además, que ellos tenían derecho a ocupar la isla, como nativos, mas no a tener títulos de propiedad, porque esta pertenece al Estado.
Incluso, este humedal, según Aguiñaga, ya fue inscrito públicamente en el Registro de la Propiedad de Durán como propiedad del Ministerio del Ambiente, quien asumió su administración en febrero pasado, cuando mediante decreto se le traspasó la competencia de manos de la Fundación Malecón 2000, ente creado por el Municipio de Guayaquil.
Se piensa también en convertir a los comuneros en microempresarios con la utilización de una pequeña área para hospedaje y servicios varios, como el de comidas para los visitantes, entre ellos, científicos, investigadores, estudiantes y grupos reducidos de turistas.
“Aquí hay una variedad ecológica importantísima. Hay avistamiento de aves y todo un levantamiento de flora y fauna del lugar que el Ministerio del Ambiente está haciendo. De las especies, hemos encontrado recién a unos tigrillos de la zona. Por eso pensamos en aplicar políticas y trabajos de conservación del sitio, con poca intervención del hombre en infraestructura”, acotó Aguiñaga.
El nuevo muelle y el dejar de pagar alquiler para transportar su mercadería y que se abaraten los costos de sus productos en el mercado guayaquileño es otra esperanza que tienen los pescadores con la dotación de dos lanchas, financiadas por el Miduvi y que estarán luego a cargo de las 56 familias de Santay.
Para Pedro Parrales, nativo y guía turístico de la zona, estos proyectos harán que el turismo deje recursos para la isla.
Brigadas sociales
Los ministerios a cargo del plan Guayaquil ecológico llevarán brigadas y campañas médicas, culturales, educativas y ambientalistas antes y durante la implementación del programa ecoturístico en Santay.
Capacitación a comuneros
Otra de las expectativas que tienen los habitantes de la isla es la capacitación gratuita que les darán, como el trato a los turistas, el manejo y preparación de los alimentos y la conservación de la flora y fauna del lugar.
Obra a largo plazo
En el futuro, según la Ministra del Ambiente se espera también crear nuevos accesos a la isla, pero desde Durán.
Costos de servicios básicos
El sistema de abastecimiento de agua potable, que aún se analiza si será por medio de gabarras, tiene un costo estimado de $ 30.000. El sistema de tratamiento para las aguas residuales se valora en $ 70.000 y la dotación de energía, en $ 60.000.
Fuente: El Universo
21 agosto 2010
La Santay espera obras básicas para diciembre
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